Hagamos tres chozas


"Seis días después, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los llevó aparte a un monte alto. A la vista de ellos su aspecto cambió completamente: su cara brillaba como el sol y su ropa se volvió blanca como la luz. En seguida vieron a Moisés y Elías hablando con Jesús. Pedro tomó la palabra y dijo a Jesús: «Señor, ¡qué bueno es que estemos aquí! Si quieres, levantaré aquí tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.» ( Mt 17, 1-4).

Qué bien debió haberse sentido Pedro en presencia del Maestro transfigurado y al ver a los profetas seguro sintió más alegría de que estuviesen allí, 'este es el hombre' como decimos en nuestro coloquial actual. Qué grande debe ser ver a Cristo cara a cara, como Es, en su cuerpo glorioso, no material, sólo espiritual, debe provocar quedarse allí por toda la eternidad.

Desde mi desconocimiento me imagino que eso fue lo que sintió Pedro, ganas de quedarse allí por siempre, no bajar de ese monte, no volver a la tierra, a la realidad, a su vida tal cual la dejó minutos antes, y sobre esto quiero escribir para ti y para mi, cristianos de hoy, que queremos ver a Cristo transfigurado.

Nosotros en algún momento de nuestra vida hemos sentido la gran alegría producto del encuentro con nuestro Señor, y sentimos ese deseo que no se vaya nunca, queremos estar así siempre, con el corazón lleno de Dios, quedarnos allí donde nos sentimos bien, y hasta surge el deseo monacal de apartarse del mundo y estar en un constante y eterno Tú y yo con Cristo. 

La cruz, formado de dos pedazos de madera, uno vertical y uno horizontal, es nuestra guía para la vida. Lo vertical es nuestra relación con Dios, la oración, los sacramentos, ese Tú con yo quítense los demás; pero también tiene una parte horizontal, que es nuestra relación con los demás, las personas que nos rodean, nuestros hermanos.

La contemplación no es mala, al contrario, es una forma de alabanza y adoración al que es Todo, pero no podemos quedarnos sólo en lo vertical de la cruz, Cristo no lo hizo, Él buscó a los demás, se dio, ayudó, amó, es decir, bajó del monte, regresó a la realidad, a ese día a día que no cambia, a menos que nosotros empecemos a poner nuestra granito de arena, en esa horizontalidad de la cruz llevar a los demás a que tengan también ese encuentro con Dios como nosotros lo hemos tenido.

No fuimos creado para ser individuos aislados, al contrario, hemos venido al mundo para Amar a los demás. Hay que bajarse del monte, muy chévere, muy bonito, muy un adelanto de la Gloria Divina y del Reino prometido, pero éso que se nos ha sido revelado debemos construirlo nosotros, obviamente que asistidos por el Espíritu Santo, pero nosotros, en nuestro aquí y ahora, en nuestra realidad, no allá arriba en el monte donde no tenemos contacto con nuestros hermanos, sino aquí abajo, en este mundo, en esta realidad tan llena de nada, tan necesitada de Dios.

Por ende, nos corresponde a ti y a mi, cristianos que por Gracia Divina hemos tenido un encuentro personal con Cristo, a llevar esa alegría al corazón de los demás. Nos toca bajar del monte y vivir donde Dios nos ha puesto, por algo así lo ha querido Él, no podemos seguir siendo cristianos sólo dentro del templo, tenemos que ser cristianos siempre y en todo lugar, a cualquier hora de cualquier día en cualquier lugar. No construyamos tres chozas.

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