Aplausos

Por alguna razón que desconozco a los humanos nos gusta aplaudir (y por supuesto ser aplaudidos) lo cual no creo que esté mal, sin embargo, no estoy seguro si siempre sabemos qué, por qué o a quién aplaudimos, y no sólo en lo civil (conciertos, ponencias, danzas..) sino incluso en lo eclesial. De esto último es que va este post, intentando buscarle respuesta a mi pregunta: ¿por qué aplaudimos?

Cuando he participado en charlas referentes a Dios y la Iglesia o incluso con temas sobre lo humano he notado algo que me parece, y permítanme el atrevimiento, fuera de lugar: aplaudir después de la exposición. De aquí surge mi inquietud, ¿qué aplaudimos? ¿lo bueno del tema? ¿lo bien que lo hizo la persona? y perdonen lo mal pensado que soy por dejar de última la opción de ¿aplaudimos a Dios por habernos dado esa oportunidad de aprender algo sobre Él? pues creo que éste es, porcentualmente, el menor motivo por el cual juntamos rítmicamente nuestra manos.

También he estado en misa y el sacerdote da una buena noticia o dice algo del agrado de los presentes y estos irrumpen en aplausos que han sido respondidos de forma no tan agradable por el sacerdote, incluso acusando precisamente esto que me hago eco, ¿a qué le aplauden? pues hay que saber por qué se aplaude, de lo contrario sería un acto sin sentido, lo cual llama mi atención porque entonces estamos siendo automáticos y si hacemos eso al final de la misa cómo saber que no ocurre desde el principio, seríamos misabots.

En una oportunidad escuché a alguien explicar a qué altura se colocan las manos para aplaudir a las personas y a Dios, a la altura del pecho para las primeras y frente a tu cara o por encima para aplaudir a Dios. Sin sentido me parece esto pues no afecta ni la altura ni la fuerza con que se aplauda si, una vez más, no sabemos por qué aplaudir. Nada hacemos con brincar mientras nos dejamos las manos rojas de tanto aplaudir por encima de nuestra cabeza al Señor si lo hacemos para que vean que yo sí aplaudo y/o que yo aplaudo bastante.

Me confieso poco aplaudidor, pues como no se por qué aplaudo prefiero no hacerlo, para no quedar como foca de circo.

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