¿Cómo te llaman?

"El diablo conoce tu nombre pero te llama por tu pecado. Dios, que conoce tu pecado, te llama por tu nombre." 

La frase con la que comienzo este post la leí en un momento de mi vida en que estaba en un bajón emocional y de fe, de esos momentos en que se te olvida cuánto Dios te ama y tú mismo (yo mismo, en este caso) te quedas en el hecho de tu pecado no sólo sintiéndote el peor del mundo por eso sino, y esto sí es grave, desconfiando de la infinita misericordia de Dios. San Pablo nos dice que "donde abundó el pecado sobreabundó la gracia" (Rm 5, 20) y era esto lo que a mí se me había perdido.

La realidad del pecado es innegable, desde los primeros padres hasta que este mundo como lo conocemos se acabe vamos a ser pecadores, y punto ¿o no?. Cristo vino al mundo para salvarnos del pecado, ojo, no para que no pecáramos (pues esto es decisión nuestra) sino para que no nos perdiésemos en el pecado, es decir, para regalarnos Su misericordia. Por más grande que nos parezca nuestra culpa Dios siempre será más grande y (aquí sí) punto, no hay discusión.

Cuando nos centramos sólo en el mal que hemos hecho y no dejamos a Dios que se nos acerque, el enemigo que "como león rugiente busca a quién devorar" (1 Pedro 5, 8) sí se acerca e incluso se queda en nosotros. Me viene a la mente en este momento que no hay peor pecado que creerse no merecedor del perdón de Dios. Si Él nos perdona no sólo es porque puede sino, más valioso aún, porque quiere perdonarnos.

Gracias a Dios a mi lado siempre estuvo mi hermana en la fe recordándome cuánto Dios me ama  que sólo tengo que decidir perdonarme a mí mismo para poder acercarme a Dios que como Padre misericordioso está con los brazos abiertos esperando mi regreso (cf Lc 15, 11-32).

Nunca dejemos que el enemigo nos gane la batalla pues tenemos a Aquel que venció a la muerte de nuestro lado!!

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