Pan para el camino
Quien ha leído El Señor de los Anillos y tiene fe en la Eucaristía pudiera haberse encontrado con el mismo hecho curioso que yo, un alimento que los elfos le dan a la Compañía para que tengan fuerzas durante su viaje, hasta que lleguen al Monte del Destino donde se cumplirá su misión.
Este alimento no es otro que las lembas, o pan de camino, que son unas galletas que por sí solas pueden mantener en pie a un hombre durante toda una jornada.
Para quien no ha leído estos libros se los recomiendo porque la historia está muy bien escrita y los personajes bien desarrollados (no en vano es una trilogía tan reconocida), y ya que me honran con su lectura evitaré lo más posible los spoilers.
Como cristiano creo firmemente en la presencia real de Jesucristo en la Hostia consagrada, luego de la oración que hace el sacerdote sobre el pan y el vino ocurre la transubstanciación y eso que se ve como pan y sabe a pan y eso que se ve como vino y huele y sabe a vino, por fe, sé que ya no es tal sino el Cuerpo y la Sangre de Cristo.
Es la Eucaristía el alimento espiritual para todo hombre (en el sentido de toda persona) que se sabe necesitado de Dios y sabe que en Él encontrará la fuerza para seguir adelante en el Camino.
A medida que he ido profundizando en la fe (solo Gracia) me he encontrado en esta obra de Tolkien algunos elementos que dejan ver el cristianismo que vivía este hombre.
Para mí un ejemplo es el que me motiva hoy a escribir estas líneas y que mencioné antes: las lembas. Este pan es descrito como una galleta en forma cuadrada que, envuelta en hoja, puede durar muchos días y basta una pequeña porción para seguir adelante, para que el cuerpo, cansado por las faenas del día a día, recupere fuerzas.
El viaje que hizo la Compañía fue muy duro, con muchas dificultades pero nunca les faltó el pan, este pan. Así nos pasa a los viajeros de hoy, nosotros que hemos decidido aceptar estas verdades de fe, que hemos emprendido el Camino que Cristo nos dejó, también necesitamos de este pan para mantenernos de pie, necesitamos también así sea una migaja para sorprendernos de lo fortalecidos que estamos después de ingerir este alimento.
Seamos de la raza que seamos (en el mundo de Tolkien hobbits, enanos, hombres, elfos, magos..todo menos orcos) el alimento eucarístico nos mantiene en pie, nos da fuerzas, nos hace recuperar incluso la esperanza en la promesa que hemos recibido antes de comenzar esta travesía.
A los buenos las lembas les olían bien y sabían bien, les daban fuerzas; a los malos mas bien les repugnaba, el olor les parecía desagradable y la sola visión era para ellos intorelable, al punto que lo botaban para comer lo que sí les provocaba.
Nosotros, en cualquier momento de nuestra vida, podemos experimentar atracción o repulsión hacia este Pan de Camino, podemos saciarnos o botarlo, cada actitud depende de nosotros.
Lo que no se nos puede olvidar nunca es que este Pan, este que se ve y sabe como una simple oblea no sólo nos dará fuerza para llegar al final, al Monte del Destino, sino que nos hará pregustar cada vez que lo comamos la Promesa original.
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