Me cuesta

Cuánto me cuesta, Señor, seguirte;
cuánto me cuesta la obediencia
que exige tanto de mí, mi conciencia.
Cuánto me cuesta, Señor, seguirte;
caminar por ese tu Camino,
ando solo, me extravío.
Cuánto me cuesta, Señor, oír tu voz;
perdido y afanado en las cosas del mundo
vivo mi día a día tan acelerado, moribundo.
Cuánto me cuesta, Señor, hacer pausa;
contemplar lo que me rodea, mi entorno,
buscarte hasta conseguirte, retorno.
Cuánto me cuesta, Señor, vivirte;
dejar a un lado lo que soy y tengo,
abandonarme en tus manos, de donde provengo.
Cuánto me cuesta, Señor, la rutina;
estoy inmerso en un sin fin de cosas
que nublan mi mente de las que importan.

Cuánto me cuesta, Señor, este mundo;
que es mi tarea tan mía como tuya
y que, como si lo necesitases, pides mi ayuda.
Cuánto me cuesta, Señor, el prójimo;
verte allí en mis hermanos, el que está al lado
y tan de mi amor necesitado.
Cuánto me cuesta, Señor, obedecer;
me hablas constantemente y tan directo
que finjo demencia, me inquieto.
Cuánto me cuesta, Señor, ver el sol;
su luz me quema el rostro y los ojos,
verlo me causa escozor, me arrojo.
Cuánto me cuesta, Señor, tu mirada;
es tan limpia y transparente que en mí
me hace como niño chiquito sentir.
Cuánto me cuesta, Señor, comerte;
mi pan nuestro de cada día
me resulta a veces una mentira.

Cuánto me cuesta, Señor, lo que soy;
mis virtudes y defectos, lo que tengo,
lo que me falta y no encuentro.
Cuánto me cuesta, Señor, la Vida;
me pides no más de lo que puedo
pero en mi egoísmo corto me quedo.
Cuánto me cuesta, Señor, tu Palabra;
recordándome constantemente
como reloj que no duerme.
Cuánto me cuesta, Señor, el Amor;
que me pide desinterés y entrega,
que de mi comodidad salga, tu puerta.
Cuánto me cuesta, Señor, la Familia;
seno de todo lo bueno,
lugar de acogida, encuentro.
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