Danos el pan de cada día

En la oración del Padre Nuestro, que Jesús nos enseñó, está una petición a la cual nadie es ajeno: danos hoy el pan de cada día.

Un pan que, los santos estudiosos de la Biblia, nos han enseñado que significa tanto el alimento corporal como el espiritual, es decir, la Eucaristía.

En medio de esta pandemia por el covid, se ha visto aumentada la petición del pan de cada día. Bien sea porque muchos se han quedado sin empleo, o lo conservan, pero el poder adquisitivo de su sueldo va en picada.


Primicias de pan


Un hombre llevó, al hombre de Dios, primicias de pan, 20 panes de cebada (cf 2 R 4, 42)

Las primicias eran, y son todavía, el primer fruto de la tierra, la primera cosecha o el primer producto terminado que se obtiene para la venta (en el caso de quienes son vendedores)

Alguien como tú quiso ofrecer a Dios su trabajo, su esfuerzo, su lucha, pero también su acción de gracias y la plena conciencia que el compartir es la mejor forma de siempre tener.

No en vano el Señor prometió, a través del profeta Eliseo, que no faltaría el pan (cf 2 R 4, 43), a tal punto, que incluso sobró después que todos quedaron saciados (cf 2 R 4, 44)

Puede parecer difícil de creer, para algunos más que otros, que el compartir aún ese poquito que se tiene en casa es la mejor forma de asegurar que nunca faltará alimento.

Ojo, y no es que vamos a dar a los demás esperando que Dios nos retribuya, no, no; así no actúa Dios. Al contrario, aquellos que son más desprendidos, que dan sin esperar a cambio nunca experimentan la necesidad ni el hambre. Dios cuida al que es generoso de corazón.


Pide y se te dará


¿Cómo puede ser posible que, teniendo lo necesario y nada de lujos, compartir sea la solución para evitar la escasez? ¿Tiene sentido eso?

Puede parecer algo sin sentido, pero para Dios, aquello que nos parece ilógico y absurdo, es la mayor muestra de abandono en sus manos y confianza plena en su voluntad.

Quien pide a Dios con fe no pasa necesidad, pues Él escucha a quien lo invoca de corazón y sin falsas pretensiones.


Un solo cuerpo


Quien vive consciente que no está solo en el mundo, que el que está a su lado puede tener mayores necesidades aunque no las exprese; quien actúa movido por el Amor y la compasión va un paso más cerca del Cielo.

El apóstol san Pablo nos lo explica al decir que, habiendo un solo bautismo y un solo Señor, hay un solo y único cuerpo (cf Ef 4, 1-6), es decir, todos los que estamos en este mundo somos un solo pueblo; el pueblo de Dios.

Por eso, las divisiones y peleas, los odios y resentimientos no vienen de Dios ni nos llevan a Él.

Quien quiera ser feliz, pero de verdad feliz, que empiece a ver a Dios en los demás, y por ende, a hacer aquello que quiere ofrecerle a Dios.


Cinco panes y dos peces


En el evangelio según san Juan 6, 1-15 encontramos el pasaje de la multiplicación de los panes. Un milagro que le costó a Jesús caro, ¿cómo es eso?

Pues, resulta que él quiso actualizar la promesa hecha a los antepasados a través del profeta Eliseo que, al compartir el pan, todos iban a saciarse y no solo alcanzaría, sino, que sobraría.

Por eso le pide a uno de sus apóstoles que solucione el problema, quizás invitándolo a recordar la historia de salvación, pero al ver que era mucha gente no supo qué hacer.

Otro, viendo que había un muchacho con cinco panes de cebada y dos peces (Jn 6, 9) se lo dice a Jesús, pero, al mismo tiempo, ve con los ojos del cuerpo que es muy poquito para que todos coman.

Jesús los manda a sentar, toma la ofrenda de aquel muchacho, hace la acción de gracias, y empieza a partir y compartir. Les dan a todos, seguro alguno repitió más de una ración, y quedaron saciados todos.

Cuan grande debió haber sido la sorpresa de aquellos que, viendo, aún les costaba creer. Jesús hizo que alcanzara el pan, y no solo eso, ¡con el sobrante llenaron doce canastos! (cf Jn 6, 12-13)

Dios obró el milagro de nuevo. El acto de compartir, como un gesto de amor y confianza en Dios, realizado en los hermanos, hace que nunca falte el alimento.

La comida, que a tantos nos puede preocupar, es una promesa cumplida por el Señor para quienes piden con fe. No, no es superstición, simplemente es un acto de entrega total, sincera, voluntaria y consciente en manos de Aquel que nos ha prometido desde siempre, y para siempre, que nada nos faltará.

Hoy, por más precaria que sea tu situación, por más difícil que puedan parecer las cosas, compartir con los demás, dar de lo que tienes y no de lo que te sobra, es el mayor acto de confianza en Dios. Santo abandono a su Divina Providencia.

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