Diaria conversión

Cuando nos hablan de conversión solemos creer que es un acto que se hace una vez por todas, pero no es así, la conversión es un acto que debemos realizar día a día, mientras tengamos vida.
 
El deseo de conversión es producto de un encuentro cercano con Cristo, con ese hombre que se encarnó, vivió y murió, pero más aún, resucitó por y para nosotros. Él vino directamente a nosotros para llamarnos a la conversión. Él mismo se hizo uno de nosotros para así, como un hombre igual a nosotros en todo, menos en el pecado, enseñarnos Su camino.
 
Durante tres años estuvo diariamente enseñándole a sus discípulos cómo es ese proceso de conversión, muestra de ello son las parábolas que hay en el Evangelio en donde Jesús nos habla sobre el Reino de los Cielos. Podemos entender la conversión como ese deseo de cambiar.
 
Decía que la conversión es el producto del encuentro con Cristo. Una vez que lo conocemos queremos se como él, fiel al Padre, buen hijo, buen ciudadano, con voluntad, celo del templo...en resumen, ser instrumentos del Espíritu Santo. Esto ocurre a medida que dejamos al hombre viejo a un lado y le damos paso a un hombre nuevo.
 
Si bien Cristo nos deja el Bautismo para limpiar el pecado original, la Iglesia ha entendido, bajo la acción del Espíritu Santo, que Dios quiere que nosotros luchemos día a día por ser mejores cristianos, y esto hace que la conversión sea diaria.
 
Ningún cambio permanente ocurre de la noche a la mañana, lo mismo ocurre con la conversión, puesto que hay que hacer pequeños cambios en nosotros, de a poquito y sin presiones. No me atrevo a mencionar ningún ejemplo puesto que son tan diversos como diversas somos las personas, mas lo que sí puedo asegurar es que cada quien conoce su capacidad de cambio y su nivel de compromiso.
 
La conversión es diaria porque todos los días tenemos la tentación de caer por la pata que flaqueamos, día a día, sin pausa pero sin prisa, con mucha fe debemos tener un firme propósito de cambiar. Y, bajo la acción del Espíritu Santo, buscar cuáles son esas cosas que debemos cambiar y la forma de hacerlo, pero eso sí, no creyendo que podemos solos, la mejor arma que tenemos es la oración y los Sacramentos.

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