Self service

Cuando la Iglesia, con la autoridad que Jesucristo le dejó y bajo la inspiración del Espíritu Santo, decidió practicar, enseñar y continuar los Sacramentos, me atrevo a decir, pensó en que todos los cristianos desearan acercarse a ellos, entendiendo que son signo de gracia Divina; sin embargo son muchas las personas que no se acercan a ellos, que incluso los rechaza, hoy quiero compartir la tristeza que esto me causa.

Cuando sentimos algún malestar físico, los que no tenemos conocimiento de medicina, buscamos a un médico que pueda ayudarnos con nuestro malestar, claro, hay los osados que se auto medican creyendo que saben cómo curar su enfermedad, de más está decir que hacen desastre con eso. Esto mismo ocurre con los Sacramentos, buscamos la Iglesia que es administradora de la Gracia para que nos enseñe o, nos la damos de sabiondos y buscamos lo que creemos que nos conviene o interesa en algún momento específico sin prestarle ni cinco de atención al Magisterio eclesial. De más está decir que esto no debe ser así, ir a la Iglesia sólo cuando necesitamos algo de ella (ignorando que siempre necesitamos) es una muestra que sólo buscamos a Dios cuando lo necesitamos (si es que lo buscamos).

Cristo el Señor ha querido quedarse con nosotros y ha visto como bueno valerse de elementos que forman parte de nuestro día a día, cosas que nos son familiares, para entender así, o al menos intentarlo, que no es algo extraño lo que Dios quiere para nosotros. Agua, aceite, pan y vino, oídos, manos...todo esto es material sacramental, signos visibles y sensibles del actuar de Dios.

Ir al templo a disque recibir los Sacramentos es como quien va al médico, le cuenta lo que se siente, éste le da las prescripciones y los cuidados y al salir del consultorio se bota la receta y se olvida las instrucciones.

Sé que he repetido mucho la comparación de Dios con un médico, pero es que así lo veo, Él está siempre dispuesto a curar nuestros males, a cuidar nuestras heridas y a fortalecer nuestro cuerpo. El Señor quiere reírse con nuestras alegrías y llorar con nuestros llantos, brincar, correr, caminar, comer, dormir junto a nosotros; en pocas palabras, 24 horas al día, 7 días a la semana, y esto lo logramos dejándolo entrar en nuestra vida.




Comentarios

Lo más visto

Aplausos

Dementores

Hagamos tres chozas