Día de Todos los Santos

La Iglesia es santa porque Cristo, Hijo de Dios, amó tanto a la Iglesia que se entregó a sí mismo para hacerla santa (cf Ef 5, 25-26), uniéndola a su cuerpo y llenándola a plenitud del Espíritu Santo. Por eso, todos los que formamos la Iglesia estamos llamados a la santidad; por el Bautismo hemos sido hechos hijos de Dios y partícipes de la misma naturaleza divina, es decir, somos santos por este sacramento y depende de nosotros mantenerlo.

El Apóstol Pablo nos invita que vivamos como corresponde a los santos: sin actos inmorales, sin codicia..(cf Ef 5, 3); más bien llenémonos de compasión, bondad, humildad, mansedumbre, paciencia (cf Col 3, 12). Pero sin dejar a un lado que somos pecadores y diariamente debemos decir "perdónanos nuestras deudas" (Mt 6, 12).

Es válido aclarar que nada de esto lo podemos lograr sin la asistencia del Espíritu Santo pues todos nuestros actos y gestos serán producto de la caridad, serán fruto del Santo Espíritu en nuestras vidas (cf Ga 5, 22). Por eso la santidad la mantendremos dejando actuar a Dios en nuestras vidas, siguiendo el ejemplo de Jesús y de muchos otros santos que han dejado que sea Él el que gobierne sus vidas. Al darnos su vida, Dios, lo que quiere es hacernos santos, por eso es tan necesario que sea cual sea nuestro estilo de vida: casado, soltero, religioso...en todo dejemos que sea Dios que de fruto en y con nuestras vidas, pues solo un alma que busca a Dios lo encuentra y si lo deja hacer morada Él se quedará para siempre.

Los consejos evangélicos de pobreza, obediencia y castidad vienen también a ayudar en este proceso de mantenerse santo. La pobreza no en el sentido de no tener ningún bien material o como se entiende a veces que es no tener comida y la casa estarse cayendo, no, la pobreza aquí se refiere al desapego de lo material, a no ser dependiente de lo pasajero, de lo que no nos llevaremos a la tumba ni a la vida eterna (cf Mt 19, 23-24).

La obediencia puede parecer algo pesado o ser esclavo, mas no debe ser así para un santo. Esta obediencia es la voluntad de Dios, es aceptar lo que Él pone y quita en nuestras vidas, es no ser rebelde y querer poner a Dios a hacer lo que nosotros queremos. En la participación frecuente en los sacramentos, especialmente la Eucaristía, podemos aprender a escuchar la voluntad de Dios y a ser obedientes a Él.

La castidad no es celibato, por eso este consejo no sólo aplica a los consagrados, a nosotros laicos también nos toca vivir en castidad: los solteros entender que el acto sexual es propio del matrimonio y los casados entender que la relación hombre-mujer es la misma que Cristo-Iglesia y así como Aquel dio su vida por ésta igualmente el esposo debe amar y entregarse solo a su esposa. Jesús fundó una sola Iglesia y a ella la unió consigo mismo.

Por último pero no menos importante, puesto que resume todo lo antes escrito: la verdadera fórmula para la santidad es vivir la caridad. San Agustín nos dice "ama y haz lo que quieras" pero San Pablo en 1 Co 13 nos dice:

Aunque hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, 
sino tengo caridad, soy como bronce que retiñe.
Aunque tuviera el don de profecía, y conociera todos los misterios
y toda la ciencia; aunque tuviera plenitud de fe como para trasladar
montañas, si no tengo caridad, nada soy.
Aunque repartiera todos mis bienes, y entregara mi cuerpo a las 
llamas, si no tengo caridad, nada me aprovecha.
La caridad es paciente, es servicial; la caridad no es envidiosa,
no es jactanciosa, no se engríe, es decorosa; no busca su interés;
no se irrita; no toma en cuenta el mal; no se alegra de la injusticia;
se alegra con la verdad. Todo lo excusa. Todo lo cree. 
Todo lo espera. Todo lo soporta. La caridad no acaba nunca. 
Desaparecerán las profecías. Cesarán las lenguas. Desaparecerá 
la ciencia. Porque parcial es nuestra ciencia y parcial 
nuestra profecía. Cuando vendrá lo perfecto, desaparecerá 
lo parcial. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño,
razonaba como niño. Al hacerme hombre, dejé todas las cosas de niño.
Ahora vemos en un espejo, en enigma. Entonces veremos cara a cara.
Ahora conozco de un modo parcial, pero entonces conoceré 
como soy conocido. Ahora subsisten la fe, la esperanza y la caridad,
estas tres. Pero la mayor de todas ellas es la caridad.

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