Corpus et anima


Hace unas semanas estuve (obligado) de reposo por una lesión en la columna que me causaba mucho dolor físico y mucha impotencia y rabia por sentirme limitado para hacer las cosas que estoy acostumbrado, estar sentado o acostado o parado mucho rato me causaba dolor y caminar distancias, para mi normales, dolía mucho. Las dos semanas que me vi en este escenario pensé en lo que le da título a esta publicación: cuerpo y alma. ¿De dónde surgió? yo estaba más preocupado por recuperar la salud física y no me daba cuenta, o peor, no le daba importancia a lo que veía que estaba ocurriendo en mi alma.

Por esos mismos sentimientos tan tontos había caído en una sequedad espiritual, no culpaba a Dios de lo que me había pasado sino que peleaba con Él porque no me estaba recuperando al ritmo que yo quería. El motivo de mi apuro es el más absurdo del mundo: tenía que ir a trabajar. Lo se, lo se, primero mi salud que el trabajo peeeroo yo no lo estaba viendo en ese momento, le estaba dando cabida en mi corazón a otro dios que no es el que me da la Vida.

Gracias a Dios logré darme cuenta del lugar en que me estaba metiendo, se supone que debo adaptar mis criterios a los de Dios y no hacer que los Suyos sean como los míos. Y pensé (o mejor aún, Dios me dijo y yo quise escucharle) que si así me preocupaba la salud de mi cuerpo también debe importarme la salud de mi alma (no me atrevo a decir que debe preocuparme más una que la otra, pienso que son igual de importantes y necesarias) porque ¿qué hago con un cuerpo sano si no tengo un corazón que anhela al Señor? en dirección contraria funciona a la perfección: mientras más busque a Dios más voy a confiar en Él y a creerle cuando me dice que lo que yo pida Él me lo dará.

La primera vez que tuve una crisis de dolor, causada por esta misma lesión pero hace un par de años, sentí tanto gozo cuando la recuperación de la salud física me hizo sentir la necesidad de arrodillarme ante el Señor de señores (sí, necesidad, eso fue lo que sentí en esa oportunidad y recuerdo como si fuese en este momento el gozo que sentí) y darle gracias porque me estaba recuperando y pedirle que me siguiera sanando; si algo me causaba mucho dolor era no poder ir a misar o no poder arrodillarme en la consagración.

Cuando empecé a ocuparme de la salud de mi alma, junto con la del cuerpo, recordé haber leído en algún sitio (no recuerdo ni siquiera el autor) que cuerpo y alma son una sola cosa y no se podía seguir actuando como si el alma es lo que hay que salvar porque de allí viene todo lo bueno y el cuerpo es el pecado, es la carne débil que nos mueve hacia las cosas que no son de Dios. El alma y el cuerpo son una sola cosa, ya no puede hacerse distinción entre una y otro.

En mi caso particular lo llevo al hecho de que no solo debo ocuparme de estar bien físicamente, también debo hacerlo por mi alma; y viceversa, no puedo solo ocuparme de estar en gracia y descuidar el medio por el cual me muevo y uso para servir a Dios. Es necesario hacer un sano equilibrio entre cuerpo y alma, o mejor aún, es vital cuidar esta imagen y semejanza del Dios Uno y Trino.

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