En espera de la Navidad
Con mis labios te beso,
con mi boca te recibo,
con mi corazón te amo,
con mis ojos te miro.
Con mi cuerpo te permito
que vengas a hacer morada,
con mi alma yo te invito
a que poses en mí tu mirada.
Con mi mente te pienso,
con mis ideas te sueño,
con mi conciencia te creo,
con mi esperanza te espero.
Con inteligencia venero tu misterio,
y aunque más grande entiendo
que has venido a menos
por amor, el más puro y sincero.
Con mis manos te recibo,
con mis labios yo te quiero,
con mis dedos yo te toco,
con mi pecho yo te acojo.
Con amor infinito
has mirado, mi niñito,
a este pueblo extraviado
que no te anda buscando.
Pero no te has quedado quieto,
has venido a rescatar tu pueblo.
Haciéndote uno de estos
has devuelto sus derechos
de ser llamados lo que son:
hijos en el Hijo amado,
por siglos esperado,
el Buen Dios nos ha mirado
y ha puesto su corazón
tan cercano a los humanos,
bien con amor creado,
del pecado rescatado.
Tomó la carne el niño,
tomó una pobre apariencia
para llamar la conciencia
y encaminarlos de nuevo
al Cielo, hogar primero,
donde el Padre está esperando
que los misericordiados
hagamos en la vida aun alto
y alcemos la mirada
y veamos con nuestros ojos
cómo el Sol majestuoso
brilla entre nosotros.
La noche se ha apagado
o la luz brilla más que antes,
es que los amantes
de la Palabra de Dios
han visto en el Libro Sagrado
que entre nosotros está
el que había de llegar,
al que llamamos Señor.
Publicado originalmente el 13/12/2018
con mi boca te recibo,
con mi corazón te amo,
con mis ojos te miro.
Con mi cuerpo te permito
que vengas a hacer morada,
con mi alma yo te invito
a que poses en mí tu mirada.
Con mi mente te pienso,
con mis ideas te sueño,
con mi conciencia te creo,
con mi esperanza te espero.
Con inteligencia venero tu misterio,
y aunque más grande entiendo
que has venido a menos
por amor, el más puro y sincero.
Con mis manos te recibo,
con mis labios yo te quiero,
con mis dedos yo te toco,
con mi pecho yo te acojo.
Con amor infinito
has mirado, mi niñito,
a este pueblo extraviado
que no te anda buscando.
Pero no te has quedado quieto,
has venido a rescatar tu pueblo.
Haciéndote uno de estos
has devuelto sus derechos
de ser llamados lo que son:
hijos en el Hijo amado,
por siglos esperado,
el Buen Dios nos ha mirado
y ha puesto su corazón
tan cercano a los humanos,
bien con amor creado,
del pecado rescatado.
Tomó la carne el niño,
tomó una pobre apariencia
para llamar la conciencia
y encaminarlos de nuevo
al Cielo, hogar primero,
donde el Padre está esperando
que los misericordiados
hagamos en la vida aun alto
y alcemos la mirada
y veamos con nuestros ojos
cómo el Sol majestuoso
brilla entre nosotros.
La noche se ha apagado
o la luz brilla más que antes,
es que los amantes
de la Palabra de Dios
han visto en el Libro Sagrado
que entre nosotros está
el que había de llegar,
al que llamamos Señor.
Publicado originalmente el 13/12/2018
Comentarios
Publicar un comentario