Otra visión del trabajo


¿Cuántas veces nos hemos quejado del mal servicio que prestan las empresas? En especial aquellas que tratan directamente con el público, que es el verdadero consumidor final. Telefonía, televisión por suscripción, supermercados, tiendas de videojuegos, electrodomésticos y demás, librerías, centros de entretenimiento...y la lista pudiera seguir pero creo que se entiende el punto. Nos gusta quejarnos de aquello que no nos hace sentir bien y muchas veces nos cuesta ver cómo somos nosotros en nuestro trabajo, y pudiera decirme cualquiera que no todos trabajan o no todos trabajan en una empresa que presta un servicio al público, y yo respondería que es mentira, puesto que todas las personas (asalariado o independiente, contrato, fijo, de ejercicio libre, ama de casa...) prestamos un servicio en el lugar donde desempeñamos nuestras funciones.

Esto lo he ido aprendiendo en el trabajo (tanto el anterior como el actual) porque me ha tocado ambos lados del servicio, tanto el que da la cara directamente al consumidor final como el que no, y es en esta última postura que se nos puede olvidar que también prestamos un servicio allí, en nuestra oficina o cubículo, allí detrás de todo, oculto a la vista. ¿Cómo es esto posible? Simple, existen dos tipos de clientes en una empresa, el cliente externo (al que llamo consumidor final) y el cliente interno que no son más que los compañeros de trabajo. ¿Extraño que nuestros compañeros de trabajo sean nuestros clientes? ¡Claro que no! Ellos también son consumidores, no del producto o el bien que presta la empresa al final, sino de nuestro trabajo.

Cuando hablo de esto utilizo la descripción más básica que conozco de lo que es un sistema: yo tengo algo que los demás necesitan y los demás tienen algo que yo necesito, es decir, lo que yo haga los afecta a ellos y lo que ellos hagan me afecta a mí. ¿Y para qué sirve esto? Bueno para nada más y nada menos que entender que como empleado (y hasta como empleador) yo presto un servicio a mis compañeros cuando hago mi trabajo, ya que, alguien necesita de eso que yo hago para poder hacer su trabajo, y otro necesita del trabajo de este alguien para hacer el propio y así sucesivamente.

Es muy fácil, y hasta tentador, creer que porque no le damos la cara directamente al público podemos actuar como queramos, o estar malhumorados (no critico, me corrijo y comparto puesto que a mí me ha tocado decirme esto más de una vez desde que estoy trabajando) o simplemente tratar a nuestros compañeros cuando es necesario y si es necesario. Ojo, tampoco es que vamos a andar forzando las relaciones interpersonales ni obligando a los demás a ser nuestros amigos, sino que, entendiendo que el trabajo que cada uno hace es importante de por sí también tiene esta relevancia que les comparto hoy: lo que tú haces afecta a los demás; si haces tu trabajo bien los demás podrán hacer el suyo bien, el cliente recibe tal cual lo que espera y se siente satisfecho.

Para concluir este post (porque de tema siento que me queda mucho por compartir) es básicamente entender, interiorizar, asimilar, hacer vida, que nuestro trabajo es un servicio que prestamos, a quien sea, y que como servicio debemos hacerlo de corazón, sintiéndonos unidos a Jesús que vino a servir y no ha ser servido (cf Mt 20, 28).

Comentarios

Lo más visto

Aplausos

Dementores

Hagamos tres chozas