Verdadera reconciliación
Porque Dios así lo quiso, ayer pude acercarme al Sacramento de la confesión,o mejor dicho, de la reconciliación. No se si ayude a verlo así el libro que estoy leyendo en estos momentos, pero más que una confesión de mis pecados me sentí como un niño pequeño que se acerca a su papá a decirle que hizo una travesura, y éste, con ojos de amor, le mira, poniéndole cariñosamente la mano en el hombro y le dice "tranquilo, yo te amo". Perdonen que hable de mi pero quiero compartirles la dicha que hay en mi corazón.
Sucedió de la siguiente forma, fui a la parroquia, vi al padre en la oficina y me acerqué a preguntarle si daba chance de confesarme (estaba próxima a comenzar la Hora Santa) y me dijo que sí, me mandó a cerrar la puerta, me senté, hizo la señal de la cruz y me invitó a contar qué pecados tenía, yo se los dije y ello generó un efecto chorro de agua, empecé a llorar en el acto, sin saber por qué, el padre me indicó unas oraciones y me dio la absolución, y yo, llanto y llanto, allí me di cuenta del por qué estaba llorando, y es que realmente estaba arrepentido de mis actos, era consciente de lo que le había hecho a mi alma y a la comunión con mi Señor, me había alejado de Él.
Luego que me dio la absolución me dio la bendición, me retiré y fui al Santísimo, a darle las gracias por haberme confesado, a pedirle que me ayudara a no caer de nuevo y a rezar lo que el padre me había dicho. Y en ese momento sí que lloré, lo hacía como quien perdió a un ser querido, o como quien está pasando por una situación asfixiante, pero es que así estaba. Soy consciente que Dios me perdona, e incluso hasta antes de yo pecar, pero fue el darme cuenta que yo, sin que nadie me obligase, en mi libertad, me había alejado de Dios al permitirle al pecado instalarse en mi corazón, lo que hizo que reventase en llanto, un llanto de dolor, de arrepentimiento, de pedir perdón por haberle dado la espalda, pero luego, allí, frente a Jesucristo Eucaristía, mis lágrimas se convirtieron en alegría, en acción de gracias, el pecho trancado por el llanto le dio espacio a Dios y a la sensación de paz que sólo Él puede dar.
Los pasos para una buena confesión son:
- Examen de conciencia.
- Arrepentimiento sincero.
- Decir los pecados al confesor.
- Cumplir la penitencia.
- Firme propósito de no volver a pecar.
Pero si los vemos así, suenan como muy lejanos, como fríos, algo que no entendemos qué quiere decir, pues me atrevo a explicar de qué va cada uno.
El examen de conciencia es revisar nuestro interior, y exterior, ser conscientes de qué hemos estado pensando, sintiendo, diciendo, actuando...que nos ha alejado de Dios, pero no porque Él nos dio la espalda al equivocarnos, sino que, al cometer dichos actos hemos sido nosotros los que le hemos dado la espalda a Dios. Y al darnos cuenta de esto lo siguiente es (debe ser) el arrepentimiento sincero de corazón, el saber que lo hecho ha causado daño, a nosotros primeramente, puesto que hemos permitido que el enemigo nos seduzca y hemos no escuchado la voz de Dios que nos llamaba a alejarnos de eso, un dolor de corazón no por miedo al castigo que vayamos a recibir, sino por saber que nuestra alma se ha ensuciado, que hemos desviado el camino, que hemos hecho travesuras a nuestro Padre amoroso.
Decir los pecados al sacerdote no porque éste gusta de los chismes y quiere saber qué hemos estado haciendo, o porque le gusta el chantaje y quiere tener algo con qué asustarnos de vez en cuando, mucho menos porque es juez y nosotros somos los acusados que estamos condenados antes de haberse llevado a cabo el juicio. No, no es por estos motivos que se dice los pecados en voz alta, más bien es porque, en nuestra humanidad, el decir lo que hemos hecho en voz alta es reconocer que sí hemos sido nosotros, que sí fuimos nosotros los que quisimos o permitimos o dejamos que sucediese x, y, z situación; y más aún, porque es el mismo Cristo el que está sentado allí, queriendo escucharnos. Luego de esto, el sacerdote nos invitará a hacer oración y/o algún acto, no para que pueda perdonarnos (primero, no es el hombre el que nos perdona, si no que es Dios el que lo hace; segundo, porque nuestros pecados ya están perdonados por los méritos de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo) sino para fortalecernos y no volver a caer en tentación.
Y por último pero no menos importante, firme propósito de no volver a pecar no se refiere a que no vamos a pecar más nunca, puesto que tenemos la inclinación al pecado, sino que de ahora en más vamos a luchar, eso sí, aferrados a Cristo, para no dejarnos llevar por la tentación, que ante ella vamos a huir, que no vamos a dejarnos seducir por otros ni vamos a ser nosotros los que propiciemos la ruptura con Dios.
Comentarios
Publicar un comentario