Sembrar una semilla
Por Gracia de Dios tuve la penosa y bella oportunidad de acompañar a unos amigos en el velorio de su abuelo y los rezos que se hicieron por el descanso de su alma. Digo penosa porque, como todos sabemos, es triste, causa dolor, angustia, desesperación, entre otras, la pérdida de un ser querido. Mucho llanto, dolor genuino, y hasta rechazo a la realidad. Para mí, que aún tengo vivo el recuerdo de cuando me tocó a mi ser doliente, era una situación bastante incómoda, pues sé que, humanamente hablando, no puedo hacer nada, sólo darles mi apoyo y compañía en esos momentos.
Durante el tiempo que se está en la funeraria son muchos los recuerdos que vienen a la mente, experiencias, vivencias...todo lo que nos recuerda lo bien que vivió y cuánto amó nuestro familiar que se nos adelantó al Cielo (como dice un sacerdote que conozco). Uno de los muchachos me veía, extrañado, y me preguntaba que por qué la gente cambiaba de humor y yo le respondía que porque así somos los humanos, en un momento el dolor nos invade y el llanto es la única expresión que, medianamente, nos libera de esa presión en el pecho; también llega el momento en el que recordamos los chistes, las bromas, los juegos, y toda esa hermosa y bendita dinámica familiar y lo menos que podemos es soltar la carcajada, y está bien, es válido, porque aún en el dolor que sentimos nos alegramos por la vida.
Digo bella oportunidad porque fue propicio el lugar y las circunstancias para ver lo grande que ha sido Dios en nuestras vidas, tanta familia reunida, los amigos que se han vuelto familia, un solo corazón, un solo sentir. ¿Y quién si no Dios puede unirnos en la solidaridad propia de estos momentos?. Y más bello aún es lo que viene ahora, lo que toca a los que quedamos en este mundo, y es eso lo que quiero compartir con ustedes.
La crianza que los hijos recibimos de los padres (y de los abuelos) es como una pequeña semilla que éstos han plantado, y que con los años han regado y cuidado, han podado cuando ha sido necesario, han puesto al sol para que se nutra, y esta semilla debe dar/ha dado fruto. Una vez que nuestros abuelitos han muerto queda en nosotros seguir las costumbres, la tradición, somos nosotros los responsables de mantener vivo a quien se nos ha ido, y ¿cómo lo mantenemos vivo? pues simple, aplicando en nuestra vida sus consejos, darle el gusto de crecer como hombres y mujeres de bien, recordarlo con los chistes, con las expresiones, con el juego, el canto, la cocina, limpiando, con las matas del jardín...con lo que más hacía, con gusto, que le causaba alegría, ésa es la mejor forma de mantener vivo a quien se nos ha ido.
Nunca moriremos si nos guardan en el corazón.
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