Máquina tragahostias
Si vamos a comulgar sabiendo que tuvimos un momento en el que hemos fallado pero no hemos acudido al Padre misericordioso estamos burlándonos de Dios, estamos diciendo que nos creemos mejores que Él o aún más, estamos diciendo que no necesitamos de Él.
Los cristianos no podemos convertir la Eucaristía en un hobby, o en algo a lo que vamos porque nos parece bien. La comunión debe ser para nosotros verdadero acto de fe, no en vano el sacerdote exalta el Cuerpo y Sangre de nuestro Señor con las palabras "este es el Sacramento de nuestra fe", realmente es el mismo Cristo que se hace presente allí, Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad.
Estos pensamientos me llevaron a recordar una conversación, años atrás, con un amigo y tratábamos eso mismo, comulgar por comulgar. Él decía que parecemos una máquina tragahostias, y valga la comparación tan vulgar con las máquinas tragamonedas de los bingos. Si nosotros que nos llamamos cristianos creemos realmente en que Jesucristo es Hijo de Dios, es Dios y es nuestro Señor no podemos caer en la costumbre de comulgar como Vicente (por dónde va Vicente? por donde va la gente).
Así como se mete una moneda en esas máquinas y se pulsa la palanca y se cruza los dedos esperando que nos salga el pote así igual hacemos si comulgamos de formar indigna, tragamos eso que nos ponen en la lengua y esperamos que ocurra algo, que levitemos, o convulsionemos y capaz hasta esperamos que las luces titilen...recibimos una monedita y sacamos dibujitos al azar a ver si salen tres iguales.
Pero no podemos quedarnos sólo con esto mas bien debemos ver qué ocurre en nuestra alma si nos volvemos tragahostias. la mayor consecuencia de comulgar sin estar debidamente preparado es que nos tragamos nuestra propia condenación, san Pablo nos lo dice: "el que come el cuerpo de Cristo indignamente se traga su propia condenación" (1 Co 11, 29). Grave falta al Señor es esto, sacarle la lengua, burlarse de Él.
Pero no podemos quedarnos sólo con esto mas bien debemos ver qué ocurre en nuestra alma si nos volvemos tragahostias. la mayor consecuencia de comulgar sin estar debidamente preparado es que nos tragamos nuestra propia condenación, san Pablo nos lo dice: "el que come el cuerpo de Cristo indignamente se traga su propia condenación" (1 Co 11, 29). Grave falta al Señor es esto, sacarle la lengua, burlarse de Él.
Comentarios
Publicar un comentario