Del pecado y la reconciliación I

Dicen que las películas animadas de Disney tienen mensajes, explícitos o no, sobre valores humano-cristianos. También influye que el cristiano busca a Dios en todos lados y donde hay un pequeño asomo de Él busca, ahonda, profundiza y encuentra al mismo Dios ahí. ¿Sorprendente? No. Recordemos que Dios está en todo lo que ha creado, material y espiritual, y nuestra inteligencia (limitada como es) va a buscar a su Creador en todo momento y en todo lugar.

Una pequeña muestra de ello es la canción con la que amanecí en la mente y que, luego de darle vueltas un poco y pedir la ayuda del Espíritu Santo, ha inspirado esta publicación, es curioso cómo me gustan tantas canciones sin razón aparente, hasta que Dios me muestra el mensaje que mis oídos no escuchaban y que solo el corazón puede entender.

Aquí les comparto la canción mencionada de una película que, vale decir, me gusta mucho.

De la roca del rey comienza este viaje a lo más lejos que puedan estar, al final de la cadena alimenticia, tanto así que están bajo tierra. Las suricatas pasan su vida escondiéndose de su depredador: la hiena; para ello cavan túneles debajo de la tierra, y por lo que muestran en el video pasan su vida cavando túneles para esconderse. Viven bajo tierra, en la oscuridad, con miedo perenne....en otra parte de esa misma película escuchamos que "nos escondemos para cavar y cavamos para escondernos", es decir, que estos seres vivos no viven realmente. Se preguntarán a dónde quiero llegar con esto, si es así ahí voy: tú y yo somos suricatas cuando no estamos en gracia de Dios. Trataré de explicar por qué. 

Las hienas es nuestra conciencia de pecado, ese remordimiento que nos dice que estamos haciendo las cosas mal, es como un pájaro carpintero, solo que no es un árbol sino nosotros los que recibimos esa punzada constante que busca abrir un hueco, en este caso nuestra conciencia no quiere herirnos, mas bien quiere despertarnos, que salgamos de ese letargo, ese adormecimiento en el que hemos caído por el pecado.

El miedo a las hienas nos hace cavar túneles para escondernos de ella, para no sentirnos presa fáciles, nos escondemos para no ser encontrados, para no ser comidos. Lo que no vemos cuando hacemos esto es que nos acostumbramos a vivir bajo la tierra, nos sentimos tan cómodos cavando túneles que ya no escuchamos la conciencia que nos recuerda que hemos hecho algo mal, sólo cuando salimos a la luz del sol, que sentimos la amenaza de ser vistos nos acordamos por qué tenemos miedo realmente: no confiamos en la misericordia de Dios.

No huimos de la conciencia porque es fastidiosa y nos recuerda algo que no nos agrada, no. Nos escondemos de ese remordimiento, nos hacemos los sordos a esa voz que nos habla porque pensamos que nos va a comer, que nos va a matar, que se acabará nuestra vida si somos alcanzados por esa sensación de no estar en gracia. 

Hemos convertido el don del Espíritu Santo del Temor a Dios en Temor de Dios, siendo esto último un error tremendo pues Él, que nos ama tanto, no quiere el mal para nosotros, no quiere castigarnos, no se acerca a nuestra vidas para causarnos dolor y sufrimiento, al contrario, Dios nos busca para darnos su Amor, su Vida, darnos Salvación, Esperanza, Fe...El Temor a Dios más que miedo de ser castigados es un deseo de no apartarnos de Él; procuramos no pecar porque sabemos que eso nos aleja de Dios y nuestra vida sería entonces de todo menos verdadera felicidad y paz.

La próxima vez que volteemos hacia el cielo y lo que veamos sea una capa muy gruesa de tierra revisemos qué estamos haciendo con nuestra vida...siempre estamos a tiempo de salir del túnel.

Comentarios

Lo más visto

Aplausos

Dementores

Hagamos tres chozas