Dios y su sentido del humor
Como nunca, salí temprano del trabajo, hasta a tiempo de ir a misa estaba, me puse a quemar un poco de tiempo y en eso recibo una llamada de una amiga, que si yo no iba a la iglesia ese día. ¿Mi reacción? Espontánea como yo: "ehhh, sí, sí voy" - "ah bueno, espérame en tal sitio para no irme sola hasta allá".
Y así fue, esperé a fulana en X sitio, en vista que se hizo la hora de comenzar la misa no pude ir, y yo tranquilo, me dije a mí mismo que esperarla a ella para llevarla al encuentro del Señor es una buena obra (sí, yo la llevaba a ella, no iba por mí). Como la espera estaba tardando aproveché de hacer algo útil con el tiempo y empecé a rezar el rosario, en eso llega ella y nos vamos al templo.
Hasta ahora todo bien. Comenzó la Exposición del Santísimo, debo confesar que el ministro ordenado que iba a dirigirla no es de mi agrado la forma en que lo viene haciendo, así que respiré profundo y le dije al Señor: "Señor, esto lo hago por ti, permíteme concentrarme en ti". Y así fue pasando el rato, los minutos no pesaban, yo me sentía feliz ahí junto a él, algunas cosas que me hicieron respirar profundo pero ya me toca a mí trabajar mi paciencia y crecer en la caridad.
Ya cuando iba a terminar este hombre de Dios que no me gustaba hizo algo que realmente me desarmó, me tumbó, me tambaleó...básicamente, me lanzó contra el piso y luego me levantó (eso sí te tiene Dios, Él no te deja tirado en el suelo). Agarró la custodia, le pidió a un monaguillo que tomara un velón y lo escoltara, yo dije para mis adentros "ah, va a pasearlo" (sí, usé esas palabras) pero mi sorpresa fue grande cuando veo que toca con la custodia la cabeza del músico que nos acompañó ese día. Este gesto me hizo recordar a Cristo, imaginármelo a Él tocando a los enfermos para curarlos.
Según yo ahí se quedaba todo, hizo eso con el músico por su ministerio, una forma de bendecirlo...y unas cuantas cosas más para no mostrar el miedo que sentía: Dios iba a tocarme. A cualquier cristiano esto le parecería una bendición, una gracia de Dios, un momento espiritual (que lo es), pero para mí en ese momento era dejarme tocar por Aquel a quien nada le puedo esconder, Aquel que lo sabe todo de mí y a quien no puedo negarle que ese día lo desprecié, así de crudo, no hay otra forma de decirlo; sí, llegué a la Adoración pero yo no quería ir, y ya por ahí hay un rechazo, un poco de soberbia de mi parte y Él así, sin ton ni son, me tumbó del caballo, me hizo pisar tierra y me recordó Su Amor.
Por el sitio donde yo estaba sentado me tocó esperar lo que para mí fue bastante tiempo, demasiado diría, mi ansiedad crecía y me desesperaba, creyendo también que iba a ocurrirme alguna escena de estas que televisan que yo llamo show...y llegó mi turno, y no pasó lo que yo creía...pasó algo mejor: el contacto de la custodia en mi cabeza, mi alma ansiando a Dios me hizo sentir lo que yo necesitaba sentir en ese momento: Él está ahí para mí, y me toca para curarme, así como tanto lo hizo y algunos han sido recogidos en los evangelios.
El niño que es llorón y la mamá que lo pellizca o lo que es igual: lloré como un niño, lloré mi necesidad de Dios, lloré mi posibilidad de haberme perdido ese encuentro con Dios. Por si te preguntas si quiero que se repita mi respuesta es no. No hay dos encuentros iguales entre Dios y cada uno de nosotros, cada oportunidad es distinta porque se vale de los medios necesarios en ese momento para llegar a ti y a tu corazón.
Perdonen que me haya extendido tanto y que hablara de esto pero a veces es bueno compartir lo que se ha vivido y que esto sea para salvación de mi alma y gloria de Dios.
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