Inversión a futuro
Hay una realidad que a muchos cristianos no gusta o ignoran y es la del purgatorio, me incluyo en esos que durante un tiempo huía a hablar de las almas que allí están, incluso ni siquiera pensar en la posibilidad cierta que me toca pasar por ese proceso de purificación antes de entrar al Cielo (sólo Dios sabe cuándo).
En una homilía mi párroco nos mencionaba de un sacerdote que decía que por cada pecado cometido se pasaban 50 años en el purgatorio, ya se podrá imaginar cada quien cuánto tiempo pasará limpiando su alma. Esto lo sacaba a colación por las indulgencias plenarias que el Papa Francisco concedió alcanzar en este jubileo extraordinario que recién acabamos de concluir,
Las indulgencias plenarias ganadas durante este tiempo podían aplicarse a sí mismos o a algún difunto, pidiendo a Dios perdonara sus culpas y pudieran así gozar de la visión gloriosa de Cristo. Las indulgencias, en pocas palabras, borran las huellas que deja el pecado en el alma. Esto se debe a que cada vez que se comete una falta se hace daño en esta tal como si se clavara un clavo en una pared y luego se quitara, así se confiese el pecado (quitar el clavo) igual queda la marca (el hueco en la pared).
Esto lo decía el padre como una manera de motivarnos a orar por las almas del purgatorio pues ya bastante debe ser el sufrimiento de no estar con Dios como para olvidarnos de ellos, claro está, la misericordia de Dios es infinita, mucho más grande que nuestros pecados y es a Él a quien le pedimos que se apiade de esos hermanos nuestros que están en el purgatorio.
Mientras él hablaba me vino a la mente las palabras de un antiguo párroco mío: aquí estamos haciendo oración los muertos de mañana por los vivos de ayer (esto lo decía en misa cuando había intenciones por los difuntos) y si nos ponemos a ver hasta cierto punto es así, puesto que en algún momento alguien orará por el descanso de nuestra alma así como nosotros estamos haciéndolo hoy.
Todo esto me hace pensar en algo que pido a Dios no sea un acto egoísta sino que vaya en pro de la comunión del los santos que profesamos en el Credo: si me propongo a orar por las almas del purgatorio pidiéndole a Dios les conceda el perdón de sus pecados y comparto este gesto con los hermanos que están a mi lado poco a poco iremos aprendiendo, como Iglesia, a amar de verdad a nuestro prójimo y así aseguraré que cuando me toque estar en el purgatorio sabré que alguien hará lo mismo por mí; se hará una cadena de oración hasta que le arranquemos a Dios todo su amor y perdón para con sus hijos difuntos.
En una homilía mi párroco nos mencionaba de un sacerdote que decía que por cada pecado cometido se pasaban 50 años en el purgatorio, ya se podrá imaginar cada quien cuánto tiempo pasará limpiando su alma. Esto lo sacaba a colación por las indulgencias plenarias que el Papa Francisco concedió alcanzar en este jubileo extraordinario que recién acabamos de concluir,
Las indulgencias plenarias ganadas durante este tiempo podían aplicarse a sí mismos o a algún difunto, pidiendo a Dios perdonara sus culpas y pudieran así gozar de la visión gloriosa de Cristo. Las indulgencias, en pocas palabras, borran las huellas que deja el pecado en el alma. Esto se debe a que cada vez que se comete una falta se hace daño en esta tal como si se clavara un clavo en una pared y luego se quitara, así se confiese el pecado (quitar el clavo) igual queda la marca (el hueco en la pared).
Esto lo decía el padre como una manera de motivarnos a orar por las almas del purgatorio pues ya bastante debe ser el sufrimiento de no estar con Dios como para olvidarnos de ellos, claro está, la misericordia de Dios es infinita, mucho más grande que nuestros pecados y es a Él a quien le pedimos que se apiade de esos hermanos nuestros que están en el purgatorio.
Mientras él hablaba me vino a la mente las palabras de un antiguo párroco mío: aquí estamos haciendo oración los muertos de mañana por los vivos de ayer (esto lo decía en misa cuando había intenciones por los difuntos) y si nos ponemos a ver hasta cierto punto es así, puesto que en algún momento alguien orará por el descanso de nuestra alma así como nosotros estamos haciéndolo hoy.
Todo esto me hace pensar en algo que pido a Dios no sea un acto egoísta sino que vaya en pro de la comunión del los santos que profesamos en el Credo: si me propongo a orar por las almas del purgatorio pidiéndole a Dios les conceda el perdón de sus pecados y comparto este gesto con los hermanos que están a mi lado poco a poco iremos aprendiendo, como Iglesia, a amar de verdad a nuestro prójimo y así aseguraré que cuando me toque estar en el purgatorio sabré que alguien hará lo mismo por mí; se hará una cadena de oración hasta que le arranquemos a Dios todo su amor y perdón para con sus hijos difuntos.
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