Otra vez con el mismo tema

Yo sigo el blog de un sacerdote que publica a diario y hay semanas en la que toca un mismo tema hasta tres veces, cuando esto ocurre él mismo dice que siente que cansa por hablar tanto de lo mismo. Este recuerdo vino a mi mente porque ayer fue mi cumpleaños y siento que Dios se botó con el regalo que me dio: encontrarme a un joven que tenía, creo, más de un año que no veía en misa. Me causó mucha alegría y esto y, luego de misa y hasta hoy, estuve pensando en la catequesis y la importancia que esta debe tener en nuestra vida individual y comunitaria.

Como sabe, quien me ha regalado la dicha de leerme, me gusta la catequesis, bueno, no, no me gusta, ¡amo la catequesis! De todos los servicios a los que el Señor me ha llamado creo que es en este donde me siento más pleno, por eso, gracias a Él, estoy empezando a ver con otros ojos esta labor. Por ejemplo, ahora empiezo a entender a la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV) en su interés de cambiar el enfoque catequético, en mi inexperta opinión me atrevo a decir que no está mal tener una enseña formal y estructura de la doctrina católica, pero ¿solo para recibir algún sacramento? ¿Y dónde queda el resto de la vida? ¿Estamos preparando receptáculos de signos visibles o cristianos que entiendan y acepten la vida de Dios que se nos da a través de ellos?

En algún momento de nuestra historia como Iglesia venezolana funcionaba la catequesis sacramental porque los papás y familiares se dedicaban a enseñar la fe en el hogar, desde pequeños iban creciendo conociendo de Dios y su infinito amor hacia nosotros y tantas maneras de manifestarlo. Ese niño, esa niña, que aprendía estas cosas en casa naturalmente iba a ubicarse rápido cuando se le hablara de los sacramentos, era válido presuponer la fe en ellos porque constaba que aprendían lo esencial de la fe en la familia.

Ahora, ¿qué ocurre cuando no se puede asegurar que esa persona que está llegando a nuestra parroquia en busca de un sacramento tiene fe?, sin ánimos de juzgar porque solo Dios conoce cada corazón ¿cómo podemos estar seguros que sabe realmente lo que está pidiendo? (me atrevo a preguntarnos ¿los catequistas lo sabemos?). En nuestro siglo XXI, bombardeado de ateísmo, sincretismo religioso, moralidad laxa, falta de conciencia de pecado..., considero que nuestra primera labor es averiguar sobre la fe de esa persona, y no con un examen teórico porque, está demostrado, la doctrina se puede aprender en cualquier libro o página web y eso no garantiza que la persona esté viviéndolo o no; o viceversa, hay quienes no conocen los conceptos teológicos y las palabras rimbombantes (tan hermosas que nos gusta a veces decir para que vean cuánto sabemos) pero tienen una fe firme en Dios y en su misericordia.

Los catequistas somos la mano derecha del sacerdote, pero no porque somos los más chéveres, eruditos y santos, no (o al menos yo no tengo ni una de esas cosas), nosotros somos los que día a día le decimos a Dios "Señor, yo quiero servirte como catequista, pero ayúdame porque a veces se me pone cuesta arriba esta labor, tú sabes con cuánto amor lo hago y sabes cuánto quiero amar a quienes pones en mi camino", palabras más, palabras menos, creo que eso es lo que decimos todos antes de aventurarnos a esta tares que de mucho gusto aceptamos. Somos nosotros los que debemos, con la ayuda del Espíritu Santo, explorar la vida de fe de nuestros catequizandos para saber con qué contamos y cómo es ese tierra donde el Señor nos llamó a sembrar su Palabra.

Creo que me desvié un poco llevado por la emoción, o tal vez no, solo Dios sabe, pero creo que eso me da entrada a lo que realmente yo quiero decir: no podemos seguir llevando una catequesis sacramental. Nos ponían un ejemplo cuando nos hablaban del cambio de paradigma, si preparamos para que reciban la primera comunión ¿qué viene después de que la reciban? Nada, recogemos los corotos y cada quien para su casa, ya hicimos la labor, que tomaran la comunión por primera vez, sin embargo, esta no es la tarea que nos dejó el Señor, no es prepararse para recibir la Eucaristía una vez y ya más nunca, ¡no! Debemos prepararnos nosotros para poder preparar a los demás a vivir una vida eucarística, es hablarles tan claro de la importancia de este sacramento y con cuánto amor Cristo se quedó oculto bajo la apariencia del pan y vino que ellos quieran comulgar a diario porque se enamoraron tanto de Dios, y aceptan lo que allí ocurre que nada ni nadie los separará de la comunión frecuente.

Pongo el ejemplo con la comunión pero eso puede ser aplicable a cualquiera de los sacramentos y aunque sería muy tentador seguir explotando este tema aquí me gustaría dejar para alguna otra ocasión...Es necesario, mejor dicho, es vital que nuestras catequesis sean enriquecedoras tanto en el contenido doctrinal como en la vivencia de la fe, cada grupo de catequesis debería pedirle a Dios la gracia de ser otra comunidad de apóstoles, reunirse a los pies del Maestro y pedir la gracia de alimentarse de su Palabra para luego recibirle por entero en la Eucaristía; cada uno de nosotros debe amar tanto la catequesis que se vuelva un libro abierto para los demás, si Cristo lo era ¿por qué no serlo nosotros? El ejemplo entra por casa y si el catequista es el primero en faltar a lo que predica ¿cómo podemos exigirle a los demás que vivan con coherencia? Que sí, somos humanos y fallamos, pero debemos hacer el esfuerzo por mi "yo" y por mi "nosotros", no sabemos, hasta que Dios quiera mostrárnoslo, de cuánta influencia (positiva o negativa) tenemos en nuestros hermanos en la fe.

Y como siento que me extendí mucho, en efecto, dejaré para otra entrada la idea que me movió a escribir estas líneas, quiera Dios que sea pronto y que no me pierda tanto en la pasión que despierta en mí este tema.

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