Jesús da sentido a nuestra vida
"Jesús murió en la cruz y resucitó al tercer día”. Seguro has escuchado esto antes, en estas dos semanas ha sido la noticia de todos los días, y no es para menos ¿sabes acaso de alguien más que haya hecho esto mismo?
El poder de Jesús, Hijo de Dios hecho hombre, se refleja una vez más al vencer el presunto dominio de la muerte, puesto que sobre él nadie tiene autoridad o poder, solo el Padre. Es por eso que celebramos la alegría de Jesús resucitado, Señor de la Vida y vencedor del diablo.
Gracias a este acto de Jesús, hoy podemos responder al llamado que hay en nuestro corazón de buscar a Dios, de ir hacia lo más grande que nos ofrece Él. La Resurrección de Cristo entre los muertos es una invitación a que nuestra vida sea distinta, por él podemos darle cabida en nuestro ser a ese deseo de mejorar cada día.
En Dios encontramos paz
Cuando empezamos este camino de buscar a Dios, incluidos los cambios en nuestra vida, podemos sentir preocupación, angustia, temor, entre otras y muchas emociones, como consecuencia de esta decisión. Podrás encontrarte de pronto preguntándote si vale la pena todo el esfuerzo y la lucha interior que experimentas.
Ante esa duda, a mi criterio, muy natural y válida, la respuesta única y confiable es que no vale la pena, sino la vida. Pues es Dios a quien estás buscando y es Él quien puede darle sentido a tus padecimientos y preocupaciones.
El salmo de hoy nos invita a estar en paz (cf. Sal 4, 9) porque Dios es nuestro refugio y consuelo, con Él en tu vida todo lo que puede parecer una carga, un imposible o solamente un sueño se vuelve llevadero y gusto anticipado, aquí en la tierra, de lo que nos espera en el Cielo.
Jesús se entregó por amor
Jesús, al igual que tú y que yo, vivió los sufrimientos propios de la condición humana (ningún dios puede hacer esto), para que así tú puedas tener la convicción que Dios te entiende en carne propia y que tu Señor es cercano a ti, te comprende y está a tu lado.
El plan de salvación del Padre incluía la entrega voluntaria del Hijo en la cruz (cf. Hch 3, 18; 1 Jn 2, 1-2) para salvar a toda la humanidad, para que ninguno de los que Él creó en el principio padeciera por toda la eternidad. Por esto, tienes un Dios que se hizo hombre para reconciliar a los hombres con Dios.
La experiencia de fe, por ende, no se basa en supersticiones ni rituales vacíos, sino, en la presencia real de Dios que es Amor y Vida. Sí, Cristo abrió los brazos en la cruz para recoger en sí a toda la humanidad (existente y la que había de nacer después) y llevársela consigo a la sepultura terrena de forma temporal y, luego, resucitarla consigo para la Vida eterna.
Jesús murió de una vez para siempre, resucitó por la acción de Dios y está vivo por los siglos de los siglos. Amén. Él quiere que tú vivas sin temor a la muerte, por eso te recuerda a cada instante que te ama y que en él puedes encontrar todo lo que necesitas y más.
No hay salvación fuera de Cristo, pues por él Dios ha perdonado nuestros pecados y es el único por el cual podemos acceder al Cielo.
Está vivo por ti y por mí
Cuando sientas que todo se te viene encima, o te fallan las fuerzas, recuerda que Jesús está vivo no como un ser netamente espiritual, sino, como un hombre que ha sido deslastrado de aquello que en ocasiones te pesa y que es signo de la gloria de Dios que quiere compartir contigo.
Jesús se sentó a la mesa con sus apóstoles (cf. Lc 24, 35-48) para comer con ellos, para darles la paz y recordarles que siempre va a estar con ellos y con nosotros. Nuestro Señor se sienta, aún hoy, a la mesa contigo para darte paz y recordarte que Él estará contigo todos los días de tu vida.
Por eso, te repito una vez más, el llamado que Dios nos hace a cambiar nuestra vida es posible y realizable. No estás solo, en primer lugar tienes a Jesús, Dios y hombre verdadero, que conoce a la perfección tus dolencias y dificultades y, para que no temas más, ha querido quedarse contigo, en la mesa de la Palabra pero también en la mesa de la Eucaristía.
En segundo lugar, tienes una comunidad que te apoya pues tiene los mismos padecimientos que tú y el mismo llamado a servir al Señor. Tu Dios no tiene para ti un plan de soledad y aislamiento, al contrario, dejó para ti un pueblo que está llamado a la santidad, del cual tú formas parte, y que se llama Iglesia.
Esto es lo que le da sentido a tu vida y a todo lo que sientes que a veces te desanima y te pesa. No estás solo, Jesús va contigo y cuentas con tus hermanos para cuando te sientas solo. La Pascua es Cristo pasando por tu vida, pero no temas, no se va, él quiere quedarse contigo, en tu mesa y en tu vida.
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