Un anuncio aún más vigente

El tiempo de Pascua es la oportunidad por excelencia para hablar de la obra que Dios ha realizado en Cristo. Su Pasión, Muerte y Resurrección son misterios de fe por los cuales obtenemos la salvación, por eso, es necesario predicar las bondades hemos recibido no solo a quienes ya creen en Cristo, sino, y quizás a estos más, a los que aún no han oído su nombre.

¡El Señor ha resucitado, aleluya, aleluya! Es el saludo que debe estar en nuestra boca a donde sea que vayamos. Es la alegría de saber que hemos vuelto a la vida por Aquel que es la misma Vida.


¡Cantad al Señor un nuevo canto!

“Cantad al Señor un nuevo canto” (Sal 97, 1) porque estamos agradecidos y alegres, porque nos sentimos bendecimos por Dios por todo el bien que nos ha hecho. Ese grito de aleluya que tenemos en nuestros labios es la expresión de un corazón que no cabe en sí de tanta dicha.

Imagínate esto, la persona más cercana a ti, que amas, admiras y valoras su compañía de pronto está pasando por la situación más difícil y dura que existe en el mundo. De pronto, por acción de un poder muy superior a ti y a esa persona todo cambia para bien, ya no hay más caos ni dolor en su vida. ¿Cómo te sentirías? ¿Qué pensarías y querrías hacer? 

Los Apóstoles respondieron a estas preguntas saliendo a contarle la buena nueva a todos los que se encontraban. Estaban tan contentos porque el Maestro había vuelto a la vida, los había visitado y sentado a comer con ellos que parecía al principio algo irreal, hasta que comprendieron todo lo que él les había dicho antes; el Señor verdaderamente ha resucitado.


Lo volveremos a ver…

Antes de padecer en la cruz y resucitar, Jesús les anunció a sus discípulos más cercanos que esto habría de pasar. La Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo debían ocurrir para salvar a la humanidad, este era el plan, aunque no lo entendieron en su momento.

“Dentro de poco ya no me verán, y poco después me volverán a ver” (Jn 16, 16) fueron las palabras de Cristo que debían cumplirse y que, de una manera distinta, vuelven a ser dichas hoy. No vemos a Jesús de la misma forma que lo hacían quienes vivieron con él, sin embargo, él nos enseñó cómo podríamos encontrarlo de nuevo.

Lo volveremos a ver en la Parusía, es decir, la segunda y definitiva venida al mundo de Dios Hijo en la cual seremos juzgados, pero no hace falta esperar ese momento; hoy podemos encontrarlo en quienes nos rodean y necesitan de nuestras buenas acciones; en el que sufre, está solo o abandonado y tantas otras y muchas carencias que los humanos podemos experimentar.

Volver a ver a Jesús, en nuestra realidad actual, es encontrarnos con el otro, con el que sufre y está necesitado. Con quien atraviesa por una situación que quizás no podemos cambiar pero sí podemos consolar y acompañar, darle una palabra esperanzadora por más complicado que sea el panorama.

En medio de las realidades particulares, que no parecen tener solución, Jesús sigue siendo la respuesta y su mensaje de salvación proporciona paz a quienes más lo necesitan.

Volver a ver a Jesús es dejar a un lado todo lo que nos mantiene distraídos y aislados de los que están a nuestro alrededor. Vivir juntos no es compartir techo solamente, es saber en verdad qué le sucede al otro y tomar el tiempo para escucharlo (por mencionar solo las acciones más sencillas). Por eso, la invitación a anunciar la Buena Nueva de Salvación sigue siendo hoy una necesidad que surge de un corazón que se sabe amado.

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