Cristo no quiere que miremos pa'tras
En una oportunidad mi novia me dijo algo como esto: Cristo no quiere gente que mira hacia atrás... Y esto me quedó dando vueltas en la cabeza por un tiempo, y me vino a la mente de nuevo y por eso quise compartirlo con ustedes.
Hay muchas personas (creo que todos en algún momento hemos pasado por eso) que andan siempre mirando el pasado, lo que fueron, lo que hicieron, lo que no lograron, lo que dejaron de hacer...cosas que ya están, que no se pueden cambiar, y quedarse mirando al pasado es una triste realidad.
Triste porque no se puede cambiar, entonces vienen remordimientos constantes, decepciones perennemente dolorosas, disgustos revividos y hasta maximizados. Y es una realidad porque al recordar estás poniendolo de nuevo en tu hoy, vuelves a vivir esos sentimientos. No te permites ser ni actuar, no te permites avanzar ni superar lo vivido, te quedas estancado allí.
Una persona que evoca al pasado constantemente no vive el presente. Se le va la vida sin lograr nada. Lo pasado pisado, dicen algunos. Y quizás hasta cierto es esto, pues lo que pasó pasó, no se puede cambiar, lo hecho hecho está.
¿Para qué hago tanto énfasis en esta retahíla de frases? Simple, para aclarar la idea que quiero compartirles: no puede vivirse con la mirada en el pasado.
Como cristianos sabemos que Dios nos regala un día tras otro, y que cada nuevo amanecer es una nueva oportunidad de construir el Reino de Dios. Por eso no podemos vivir en el pasado.
Si hicimos o no algo, ya eso se quedó atrás, lo que debemos hacer es aprender de esa experiencia, para no repetir lo malo y cambiar para mejor.
Lo único del pasado, que por Gracia de Dios re-vivimos todos los días, es la Eucaristía, esa Acción de Gracias de nuestro Señor Jesús junto a sus amigos en aquella noche antes de su Pasión.
Todo es nuevo, todo lo que vivimos así sea rutinario es distinto en cada oportunidad, con ojos de fe vemos todo diferente.
Los que seguimos a Jesús, hecho hombre, muerto y resucitado, no podemos vivir en el pasado, pues él no se quedó en la tumba, se levantó, se apareció en diferentes sitios a sus discípulos, compartió con ellos, les siguió enseñando. Jesús nunca estuvo estático, nunca se quedó viendo al pasado, siempre la mirada puesta en el hoy y en Dios.
Como hombres y mujeres de fe debemos orar y obrar para que cada día sea siempre nuevo, para que cada amanecer nos traiga la noticia de que Cristo ha resucitado y nos ama, para que cada día sintamos de nuevo esa invitación de amarle en los hermanos.
Hoy es un regalo, por ese se llama presente.
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