Santas labores

Algo que he ido aprendiendo en el grupo de apostolado al que pertenezco es el bien que le hace al alma el servir al prójimo, un tanto lo que Jesús nos dice: que quien quiera ser el primero que se haga el último (Mt 20, 26-28) y esto es muy impactante para los hombres de hoy en día porque estamos viviendo en una cultura que nos invita a todo lo contrario que el Maestro. A donde sea que vamos encontramos gente que pretende pasar por encima de los demás y se han vuelto incapaces de brindar ayuda sincera y desinteresada, mas bien lo que hacen son "favores" que saben van a poder cobrar en un futuro no muy lejano.

Volviendo a lo que quiero compartirles me vienen a la mente las palabras de Papa Francisco del 19 de marzo de 2013: el verdadero poder es el servicio y con ello un personaje (de tantos) que nos ha enseñado esto con su vida. San Martín de Porres es un santo que vivió para el servicio, lo que me viene siempre de él es el haberse santificado limpiando el monasterio, y por ello es que lo pintan con una escoba. Claro es que no sólo hizo esto pero esta imagen me sirve para la idea que quiero desarrollar.

Es un poco difícil encontrar hoy en día a personas que estén dispuestas a dejar su comodidad para ir al servicio de los otros y más si, como fue en este caso, era ir a servir a personas completamente desconocidas. Fue una experiencia bastante agradable ver a tanta gente animada en la preparación de comida (con su previa búsqueda de alimentos e ingredientes), servir los platos, disponer las mesas y los utensilios, recoger los mismos para lavarlos y repetir este proceso para la próxima comida.

Aseo y mantenimiento de la casa de retiro y los cuartos junto con cualquier otra necesidad que haya surgido en el momento. Todo esto con espíritu de caridad, todos realmente con la mirada llena de gozo por cumplir con las palabras de la beata Madre Teresa de Calcuta: quien no vive para servir no sirve para vivir. Y es que realmente el servir al otro trae más bien al alma de quien lo hace que la e quien lo recibe, y ya explicaré por qué digo esto.

Cuando servimos a otra persona nos vemos obligados a vencer nuestra propia comodidad, doblegar nuestro ego, reconocer que el otro es igual de importante que yo a los ojos de Dios, que poco importa mi posición o status quo cuando me reconozco Iglesia, que si Cristo vino a servir y no a ser servido ¿qué voy a pretender para mí si me digo seguidor suyo?. 

Definitivamente quien sale ganando es la persona que sirve pues, por todo lo antes dicho y lo que me está quedando por fuera, hay más gozo en dar que en recibir y la humildad, entre muchos, es el camio a la santidad.

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