Pinocchio
En estos días me pasó algo, o mejor dicho, me hicieron darme cuenta de algo que me hizo sentir tonto útil del diablo. Mientras más vueltas en la cabeza le daba a las palabras que me dijeron y a las actitudes que me corrigieron más me sentía así: un títere.
Queriendo verlo desde otra perspectiva, ¿es posible que Dios nos use como títeres? La respuesta es no, obviamente, pero me lo preguntaba a mí mismo porque me sentía incómodo por haberme dejado guiar por alguien que no quiere mi salvación ni que yo goce de la presencia de Dios. Dada la insistencia de mi mente con Pinocho no pude más que querer aplicar la de Rafiki y ver más allá de lo que ves, en ese supuesto irreal que Dios nos usara como marionetas, que moviera nuestros cuerpos (pues no habría voluntad) con unos hilos: ¿cuáles serían esos hilos? ¿Qué es lo que usaría para que nosotros hagamos lo que Él quiera?
En primer lugar diríamos, prácticamente sin pensar, "los mandamientos", porque su redacción en forma impositiva y negativa en la mayoría de ellos son los hilos perfectos por los cuales somos movidos para hacer lo que quiere la mano que nos mueve. Pero ¿realmente son tan malos los mandamientos? ¿La Ley de Dios es de verdad impositiva? ¿Es negativa (represiva)?
Entre tantas cosas que pensaba mi memoria trajo a colación haber leído que el libro de la Sabiduría recoge la sabiduría popular, dichos y refranes pero cargados realmente de este don del Espíritu Santo; siendo así, que la sabiduría popular es tan natural como respirar o comer podemos decir, sin miedo a equivocarnos, que la sabiduría está inscrita en el corazón del hombre, lo que es igual a decir que el humano por naturaleza es sabio. Este pensamiento golpeó mi mente y no pude más que decir que sí, los mandamientos Dios los ha escrito para nosotros pero no es algo nuevo, no es desconocido, no nos está pidiendo algo más allá de lo que nosotros ya sabemos. Y aquí entra la creación y ese pasaje del Genésis que tanto me gusta y pareciera lo uso para todo: "Dijo Dios: 'Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza...Y creó Dios al hombre a su imagen y semejanza, a imagen de Dios lo creó..." (1, 26-27), es decir, por ser creados no solo por Dios sino a imagen de Él, los mandamientos forman parte de nuestro ser y antes que sean enseñados a nuestra conciencia nuestro corazón ya los conocía y contemplaba.
¿Qué ocurre si, como Pinocho, celebramos que nos movemos sin hilos? Disfrutamos y gozamos que ahora sí somos libres porque ya nada nos ata, nada nos impide ser felices y hacer lo que queramos, pero al igual que el personaje nos caemos de frente y metemos la nariz donde nos nos llaman, empezamos a hurgar en la vida de los demás, a hacer comentarios que son antitestimonio, a tener actitudes y caer en vicios que no hacen otra cosa que alejarnos de quien solo quiere darnos Amor.
Cierto que Dios tiene el poder para controlarnos a su antojo, falso que quiere hacerlo. Cierto que Dios nos ha dado los mandamientos, falso que quiere impedirnos la felicidad. Cierto que Jesús nos propone un camino difícil, riguroso, con sacrificios, falso que eso es imposible de lograr.
Darle la espalda a los Mandamientos es decirle a nuestro corazón que eso que él conoce como verdad es una mentira, es dejar a un lado a Dios que no quiere controlarnos y ponernos en manos de quien no quiere controlarnos, sino destruirnos, acabar con nosotros.
Dios nos ha hecho libres porque nos ama tanto que quiere que nosotros mismos decidamos qué hacer con nuestras vidas, con lo que somos y hacemos, Él nos hace invitaciones, nos toca a la puerta pero somos nosotros los que decidimos rechazarlo. Ojo, la intención de estas líneas no es generar remordimiento de conciencia (en cuanto a hacer sentir mal) sino darnos cuenta de a quién le estamos dando realmente nuestras cuerdas. Es un poco reflexionar "en voz alta" porque, como siempre, no se qué de lo que escribo pueda serle útil a alguien.
Por los momentos estoy queriendo darle mis cuerdas al único que no me va a obligar a moverme para tal o cual lado sino que va a respetar mi decisión, eso sí, Él no va a dejar de mostrarme cuál es el camino que me hará realmente feliz y le pido no deje de hacerlo.
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