Dios escucha tu quejido

El pueblo de Israel, luego de ser sacado de Egipto, vaga por el desierto. Sin más comida que la que pudiesen tener consigo. Lo cual hace despertar en ellos una actitud muy natural de los seres vivos: el hambre.

El pueblo sintió hambre y empezó a murmurar contra Dios (cf Ex 16, 2). No tardaron en hacerse presente las quejas: "Ustedes, en cambio, nos han traído a este desierto en que todo ese gentío morirá de hambre" (Ex 16, 3)

El hambre, al igual que cualquier otra necesidad, hace que no pensemos con claridad y seamos capaces de decir y hacer cosas que normalmente no haríamos. Ellos se quejaron y hablaron mal de Dios.

¿Está bien? ¿Está mal? Yo intento ir un poco más allá y preguntarme ¿gano algo quejándome y murmurando contra Dios o contras las personas que me rodean y quieren ayudarme?


Un poco de revisión personal

A raíz de estas lecturas de hoy surge la pregunta, superválida y necesaria ¿soy consciente de todo lo que Dios hace por mí? ¿Lo agradezco? ¿Lo comparto con los demás?

Una forma de agradecer al Señor por todo lo bueno que nos da y, sobre todo, porque nada nos falta, es contárselo a los demás (Sal 77, 4)

De la misma manera que compartimos alguna  noticia o evento del arte y espectáculos, es necesario empezar a contarle a los demás y, sobre todo, a los más pequeños que vienen detrás de nosotros toda la bondad de Dios en nuestras vidas.

Incluso, el poder quejarte porque te falta pan u otra cosa, es un acto de amor de Dios que te hizo libre para que tuvieras criterio propio y tomarás tus propias decisiones.


Cambiar, radicalmente

Una vez que empiezas a agradecer más lo que tienes, en lugar de quejarte por lo que crees te falta, se da en tu interior un cambio, pero no solo de mentalidad, sino, y quizás más importante, de corazón (cf Ef 4, 22-23)

Dejas a un lado aquello que no te permite ser feliz y que te mantiene atado a la tierra, impidiendo así que puedas ver arriba, al Cielo, donde Dios espera por ti.

Seguir a Jesús no es solo hablar bonito o creer que todo irá bien (estemos de acuerdo que es esencial esto), sino, un cambio, una conversión; es decir, sacar todo lo que no es de Dios y dejar/meter aquello que te acerca más a Jesús.


El pan de vida

Dios le dio al pueblo de Israel un maná, que constaba de pan y carne. A ti ¿qué te ha dado? Si estás leyendo esto, al menos la vida te la ha conservado.

Moisés fue el mensajero cuando estuvieron en el desierto, pero Jesús no es solo el mensajero, Él es el mensaje. La Palabra que sale de la boca de Dios Padre y que llega a ti para alimentarte.

Cuando Jesús dice "Yo soy el pan de vida" (Jn 6, 35) lo que te está diciendo es que Él es el enviado de Dios para que a ti no te falte nada.

"No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios" (cf Mt 4, 4; Lc 4, 4) no es un pasaje bíblico que inspiró un canto de misa, es la verdad del pueblo escogido por Dios (tú, tu familia, tus vecinos...todas las personas del mundo, nacidas y por nacer): el alimento material es importante y necesario para vivir, pero es que el alimento que Dios proporciona cubrirá todas nuestras necesidades en esta vida y nos recibirá en su presencia eterna una vez partamos a su encuentro.

La vida del cristiano, tal como te comenté antes, no es solo rezar bonito y cumplir con misa, hace falta más, y ese más es, precisamente, aceptar a Jesús como el único Salvador, enviado por Dios y presente en nuestras vidas hasta el fin del mundo.

Quejarnos es natural, desesperarnos es permitido, sin embargo, perder la esperanza no es válido.

Dios es Dios de esperanza, en este caso, de fe por parte nuestra; si Él lo prometió, Él lo cumplirá. Solo permítete darle el chance a Dios de ser Dios.

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