Palabras de vida eterna
El mundo en el que vivimos actualmente, nos ofrece un sinfín de opciones para que escojamos aquello que nos funciona mejor o nos agrada más. ¿Acaso con la fe es igual?
No voy a dar una respuesta tajante en este momento, más bien, quiero compartir contigo esta reflexión.
Dime con quién andas...
A quien seguimos determina, lo creamos o no, nuestro presente y futuro. ¿Cómo es esto posible?
Si colocas tu fe y confianza plena en algo, o alguien, que no puede darte lo que quieres (aunque lo prometa), ni mucho menos lo que necesitas y conviene, terminarás siendo infeliz.
¿Te parece muy duro? Imagina cuánto debió haber sido para Israel, el pueblo que Dios se escogió y que, en algún momento de su historia, le dio la espalda al preferir los ídolos y dioses ajenos.
Muchas cosas ocurrieron para que el profeta, de ese entonces, se parara frente a ellos para exigirles que decidieran si estaban con Dios o no (cf Jos 24, 15). En Venezuela llamamos a esto "ser chicha o limonada", sin embargo, el mismo Dios nos recuerda que seamos fríos o calientes, pues a los tibios los vomita (cf Ap 3, 16)
Confía en Él
Dios es Todopoderoso, y no son estas palabras vacías, sino, la experiencia de vida de este mismo pueblo que te mencioné antes que llevó a inspirar el Salmo 33.
Aquellos que confían en el Señor y ponen en Él su vida, sus preocupaciones, sus angustias y, sobre todo, su confianza, verán que ante los problemas y peligros de la vida salen ilesos.
De nuevo, no son palabras dichas al azar ¡hay toda una historia de Salvación (literal) que lo confirma! "Haz la prueba y verás qué bueno es el Señor" (cf Sal 33, 9)
Dios y tú, una relación matrimonial
El matrimonio se caracteriza (o debe ser así) por la fidelidad y por ser una relación entre dos personas y solo dos personas (sin terceros ni deslices). Esto, a grandes rasgos.
¿Sabías que Dios quiere tener contigo una relación esponsal? Es decir, quiere ser para ti y que tú seas solo para Él. Ojo que el Señor es celoso y no le gusta que estés mirando hacia otro lado o coquetéandole a ídolos y dioses extranjeros.
Dios quiere y puede darte todo. De hecho, lo hizo ya en la cruz, cuando entregó su vida por ti, por amor a ti, para que no tuvieras que padecer ni sufrir, sino, que tuvieras la esperanza de poder volver al Cielo, donde perteneces.
Para que esto sea así, Jesucristo se encarnó y donó su vida, eso sí, invitándote a estar siempre a su lado, pues Él provee toda clase de bienes y te da lo que necesitas y te conviene. En resumen: cuida de ti.
Pan de vida eterna
Si hay algo por lo cual los cristianos podemos estar agradecidos y ser felices, es por la Eucaristía. Este don impagable que Cristo nos dejó, "verdadera comida y verdadera bebida" (Jn 6, 55)
Él tiene para nosotros "palabras de vida eterna" (Jn 6, 68), las cuales no son (imposible que lo sean) vacías o sin sentido.
La Palabra de Dios, tanto la Biblia como el mismo Jesús, nutren y alimentan tu alma, acercándote el (y al) Cielo. Acercarte, dentro de lo posible, a la Santa Misa te permite alimentarte de la Palabra, a través del oído y de la boca.
No ha de sorprender entonces que, al escuchar del Antiguo o del Nuevo Testamento sientas algo dentro de ti que quiere como elevarse, como si quisiera llevarte hacia arriba.
Cuánto mayor será este impulso en tu interior si recibes la Sagrada Comunión, el verdadero alimento que Cristo nos dejó para mantenernos sanos y salvos.
No dejes nunca de acercarte al Señor hecho alimento, bien sea que lo recibas a través de la Biblia o que puedas acercarte al Sacramento. Sea cual sea la forma, es el mismo Jesús que espera por ti.
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