Creo

Hablando con un amigo hace unos días, caí en cuenta de algo: usamos mucho la palabra “creo” en nuestro día a día y no con el significado que tiene. Y sobre esto quiero escribir, sobre lo que realmente significa “creer”.

Antes de decir qué es, intentaré decir qué no es. No es sinónimo de “me parece”, “yo pienso”, “en mi opinión” ni nada de eso que lleva de trasfondo una duda. Y precisamente este es el uso que le damos, un sentido dubitativo; otras veces, para indicar una opinión personal, no una realidad.

Alguno pudiera decirme que la verdad absoluta no existe, que cada quien tiene su propia verdad (por aquello que cada uno percibe una parte de esa verdad y no la verdad en su totalidad), pero yo les refuto esto, puesto que en cuanto a Dios, la Verdad es una sola.

Según el diccionario, la palabra “creer” significa:
·         Tener por cierto algo que el entendimiento no alcanza o que no está comprobado o demostrado.
·         Tener algo por verosímil o probable.
·         Dar crédito a alguien.

Sin meterme en religión, aún, podemos ver que el creer no implica duda, al contrario, creer es una certeza, es tener seguridad de que es cierto, que se escapa del entendimiento (sigo sin meterme con Dios, puro entendimiento humano se refiere esto); se cree, esté o no, comprobado lo que se cree.

Con esto, podemos decir entonces que creer es tener por cierto algo, bien sea que alguna persona es algo, o que lo que nos dicen es verdad, sin necesidad de comprobarlo. Creer implica también un voto de confianza en la persona, es decir, no pensamos que lo que nos está diciendo es mentira.

Ahora, el mismo diccionario también tiene estas otras definiciones para la palabra “creer”:
·         Dar firme asentimiento a las verdades reveladas por  Dios.
·         Creer en Dios.

Y hacia allá quiero ir,  hacia el creer en Dios.

El Catecismo de la Iglesia Católica nos dice sobre el creer, lo siguiente:

Qué significa “creer”. La fe es la respuesta del hombre a Dios que se revela y se entrega a él, dando al mismo tiempo una luz sobreabundante al hombre que busca el sentido último de su vida. (26)

Creer es acto auténticamente humano. En las relaciones humanas no es contrario a nuestra propia dignidad creer lo que otras personas nos dicen sobre ellas mismas y sobre sus intenciones, y prestar confianza a sus promesas para entrar así en comunión mutua. Por ello, es todavía menos contrario a nuestra dignidad presentar por la fe la sumisión plena de nuestra inteligencia y de nuestra voluntad al Dios que revela y entrar así en comunión íntima con Él. (154)

Con esto, podemos afirmar sin miedo a equivocarnos, que el creer se refiere sólo a Dios, y ya por aquí se cae el mal uso que le damos. El Catecismo nos dice que el acto de creer es propio del ser humano, es decir, en toda la Creación sólo nosotros podemos creer en Dios, con el significado que ello conlleva.

Creer es una certeza, es una afirmación. El creer no tiene una explicación, ni se basa en conocimientos humanos. Cuando decimos que creemos, lo que estamos diciendo es que para nosotros eso es Verdad. Y por aquí se entiende que no podemos decir “yo creo” cuando no estamos proclamando la Verdad.


Para concluir, lo que puedo decir es que, de ahora en adelante hagamos el propósito de darle el uso correcto al “creo”, usémoslo cuando nos refiramos al creer en  Dios y al creer en quienes nos rodean, saquemos de nosotros la duda, hablemos con seguridad.

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