Celopatía apostólica

Hay algo que últimamente me esta preocupando ver en los grupos apostólicos de mi amada Iglesia y es esta especie de celos ante un miembro que decide participar en otro grupo o, peor aún, que viene de uno antes de empezar a participar del cual formas parte. Digo que me preocupa porque siempre he pensado que lo importante es estar claro en la fe cristiana católica y trabajar para Dios, así lo aprendí en algún momento de este peregrinar terreno y es lo que intento aplicar cuando soy yo el que ve que un integrante del grupo se devuelve a su grupo de origen o empieza a participar en otro.

Entiendo que el celo apostólico es necesario porque es la manera de continuar la obra de los iniciadores, fundadores, organizadores o como se les llame a los que comenzaron esto de lo que formo parte, teniendo en cuenta que ellos sólo fueron instrumentos de Dios, prueba de ello es los años que tienen existiendo y haciendo la labor con la comenzaron a pesar de que no están los primeros miembros. Es tanto así que aplaudo, valoro, admiro, respeto y si puedo propicio el celo apostólico en todo cristiano que hace vida activa en una comunidad.

La identidad no solo se tiene con la familia, con el pueblo en el que se nació, por la patria...también se debe tener por la Iglesia de la que es parte vital y del grupo en el cual el Señor le ha llamado a servir y poner los talentos recibidos en beneficio de los demás. Sin identidad con el grupo no hay celo apostólico y sin este no hay compromiso con el grupo como tal ni con sus miembros, se pasará a ser poco más que un bulto que calienta un puesto y perdónenme lo crudo de la expresión pero es necesario que los cristianos de hoy despertemos de esto adormecimiento en el que nos encontramos y por el cual tantas corrientes contrarias al Amor de Dios revelado en Jesucristo por acción del Espíritu Santo están ganando mucho terreno y haciendo que se pierdan muchos almas.

Me sorprende la pasión con la que hablo del celo apostólico y hasta me hace pensar que yo lo tengo pero no dejo de sentir lo que me movió a querer escribir esto: no podemos pretender que el hermano esté donde yo quiero que esté. Le presentaremos lo que somos y cómo cumplimos con nuestra misión (cf Mt 28, 18-20) a tantas almas sedientas de Dios y de la experiencia de amar al prójimo, pero no podemos obligar a que se quede aquí. ¿Y si en el grupo donde yo estoy la experiencia de fe le ayuda al otro a descubrir dónde puede gloriar mejor a Dios con los dones recibidos, no voy a dejarlo ir por el afán de mantener un número de adeptos (de nuevo pido perdón por la expresión) en mi grupo? ¿O si lo que ocurre no es que descubre sino que re-descubre su lugar en la Iglesia?

Me causa mucho dolor ver a mis hermanos católicos peleándose entre sí como perros ante un pedazo de carne. No podemos dejar que el diablo meta su mano y siembre el egoísmo en nuestros corazones, ni siquiera los hijos que nos da el Señor nos pertenecen (y esto lo pueden confirmar muchos que son padres biológicos). 

Pido perdón si con estas palabras he ofendido a alguien o si me he convertido en juez con ellas pero necesitaba sacar esto de mi alma porque realmente me preocupa mucho esta situación. Mas confío en el Señor que Él no permitirá que esta obra suya se acabe.

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