Desperdicio de Gracia
Debo confesar que entre tantas manías que tengo una de ellas es que me molesta sobre manera una llave goteando, Hoy, por cosas de Dios, vi esto como una analogía que me pareció interesante compartir, que no va a ayudarme a que deje de molestarme pero que sirve para mostrar una imagen más de nuestra relación con Dios.
"El agua es vida, no la malgastes" es un eslogan bastante conocido por todos nosotros. Yo recuerdo escucharla, leerla, verla en paredes y en medios publicitarios desde que soy niño, y es muy cierta, es la verdad más grande, después del Amor de Dios hacia nosotros, que existe en el mundo. Sin embargo no todas las personas hacen un uso consciente del agua: dejan grifos abiertos mientras el agua se va directo al drenaje porque no hay recipiente alguno que la contenga o persona que la use para lavar o lavarse, por mencionar algún ejemplo. Esta agua que se pierde, por más renovable que sea este recurso, poco a poco se está haciendo más difícil de conseguir incluso en lugares donde no se espera esto (perdonen lo mal pensado pero a veces pareciera que los sectores rurales merecieran no tener agua potable, pero esa no es materia para esta publicación).
Ciertamente sigue lloviendo, en las zonas que aún llueve, en los sitios donde aún las nubes no contienen ácido en lugar de agua. Pero más cierto es que cada vez llueve menos, tanto en cantidad como en calidad, hay muchos embalses que están por debajo de su nivel deseable de agua, cada vez es más difícil conseguir eso que nos enseñaron que no se le niega a nadie. Igual de cierto es que el agua está siendo contaminada tanto por empresas como por ciudadanos que no desechan sus desperdicios de la manera correcta y en los lugares indicados.
¿A dónde quiero llegar con esto? Si somos conscientes que el agua es vida y que Dios es el autor de la vida, no estoy diciendo ningún disparate al decir que Dios es como el agua, o mejor dicho, el agua es como Dios: esencial para la vida. Pero no me quedo aquí, sigo más allá al plantear la analogía en sí: los cristianos somos el grifo que queda botando el agua que es la gracia de Dios.
Así como el agua es llevada desde los embalses, pasando por las plantas de tratamiento, hasta llegar, por medio de tuberías a los grifos que empleamos en casas y establecimientos, de igual forma la gracia de Dios sale de Él para, a través de quienes hemos recibido su Espíritu, llegar a toda la creación. De igual manera que el primer consumidor del agua potable es el humano pero éste la usa para plantas y animales, sucede con la gracia de Dios que es dada a los hombres pero que debe llegar a todo ser vivo, en el cual, Dios Es de alguna manera particular.
La gracia que nos es dada en el Bautismo debe inundar nuestra vida, pero para respetar la analogía que planteo voy a decir que debe salir de nosotros. Dios se nos entrega, por completo y en forma personalizada a todos por igual, tal que, todo ser humano es imagen y semejanza de Dios, y la vida de Dios que se le da al bautizado viene a hacer plena esta realidad. Por ende, Dios escoge a quien quiere para que su mensaje, su palabra, su vida llegue al necesitado, pero ¿qué ocurre si el elegido no cumple con la misión? y no hablo de los sacerdotes o misioneros, no, hablo de ti y de mí, que Dios en cualquier momento llamó, llama, o llamará (nadie se escapa de esto) para que fuésemos rostro suyo ante los demás.
Has sido llamado, desde tu bautismo, a ser otro Cristo, mensajero de Dios, instrumento de su gracia. Es por eso que al decidir, libremente, no cumplir con nuestra misión estamos siendo ese grifo por el cual sale el agua pero no hay quien la aproveche y se va directo al desagüe, de donde no vuelve y ya se perdió, se desaprovechó, se derrochó. Ahora viene el momento de reflexión, de cuestionar el propio actuar (pues nada se gana al pretender juzgar al otro), de preguntarme ¿estoy siendo yo un instrumento que no se deja usar? ¿está Dios poniendo en mí un talento por el cual puedo hacerlo llegar a Él a quienes no le conocen (esto no se puede dudar)?
Si al final del examen resulta que hay una goma que está mala y por eso es que se bota el agua pues a cambiarla para que no se pierde ni una gota más, o si salimos victoriosos de la prueba (gloria a Dios) pues a cuidarse mucho, porque en cualquier momento se nos puede dañar algo y quedamos botando agua, eso sí, sin paranoia porque eso no es propio del cristiano, a esmerarse en el buen actuar que lo demás es gracia.
"El agua es vida, no la malgastes" es un eslogan bastante conocido por todos nosotros. Yo recuerdo escucharla, leerla, verla en paredes y en medios publicitarios desde que soy niño, y es muy cierta, es la verdad más grande, después del Amor de Dios hacia nosotros, que existe en el mundo. Sin embargo no todas las personas hacen un uso consciente del agua: dejan grifos abiertos mientras el agua se va directo al drenaje porque no hay recipiente alguno que la contenga o persona que la use para lavar o lavarse, por mencionar algún ejemplo. Esta agua que se pierde, por más renovable que sea este recurso, poco a poco se está haciendo más difícil de conseguir incluso en lugares donde no se espera esto (perdonen lo mal pensado pero a veces pareciera que los sectores rurales merecieran no tener agua potable, pero esa no es materia para esta publicación).
Ciertamente sigue lloviendo, en las zonas que aún llueve, en los sitios donde aún las nubes no contienen ácido en lugar de agua. Pero más cierto es que cada vez llueve menos, tanto en cantidad como en calidad, hay muchos embalses que están por debajo de su nivel deseable de agua, cada vez es más difícil conseguir eso que nos enseñaron que no se le niega a nadie. Igual de cierto es que el agua está siendo contaminada tanto por empresas como por ciudadanos que no desechan sus desperdicios de la manera correcta y en los lugares indicados.
¿A dónde quiero llegar con esto? Si somos conscientes que el agua es vida y que Dios es el autor de la vida, no estoy diciendo ningún disparate al decir que Dios es como el agua, o mejor dicho, el agua es como Dios: esencial para la vida. Pero no me quedo aquí, sigo más allá al plantear la analogía en sí: los cristianos somos el grifo que queda botando el agua que es la gracia de Dios.
Así como el agua es llevada desde los embalses, pasando por las plantas de tratamiento, hasta llegar, por medio de tuberías a los grifos que empleamos en casas y establecimientos, de igual forma la gracia de Dios sale de Él para, a través de quienes hemos recibido su Espíritu, llegar a toda la creación. De igual manera que el primer consumidor del agua potable es el humano pero éste la usa para plantas y animales, sucede con la gracia de Dios que es dada a los hombres pero que debe llegar a todo ser vivo, en el cual, Dios Es de alguna manera particular.
La gracia que nos es dada en el Bautismo debe inundar nuestra vida, pero para respetar la analogía que planteo voy a decir que debe salir de nosotros. Dios se nos entrega, por completo y en forma personalizada a todos por igual, tal que, todo ser humano es imagen y semejanza de Dios, y la vida de Dios que se le da al bautizado viene a hacer plena esta realidad. Por ende, Dios escoge a quien quiere para que su mensaje, su palabra, su vida llegue al necesitado, pero ¿qué ocurre si el elegido no cumple con la misión? y no hablo de los sacerdotes o misioneros, no, hablo de ti y de mí, que Dios en cualquier momento llamó, llama, o llamará (nadie se escapa de esto) para que fuésemos rostro suyo ante los demás.
Has sido llamado, desde tu bautismo, a ser otro Cristo, mensajero de Dios, instrumento de su gracia. Es por eso que al decidir, libremente, no cumplir con nuestra misión estamos siendo ese grifo por el cual sale el agua pero no hay quien la aproveche y se va directo al desagüe, de donde no vuelve y ya se perdió, se desaprovechó, se derrochó. Ahora viene el momento de reflexión, de cuestionar el propio actuar (pues nada se gana al pretender juzgar al otro), de preguntarme ¿estoy siendo yo un instrumento que no se deja usar? ¿está Dios poniendo en mí un talento por el cual puedo hacerlo llegar a Él a quienes no le conocen (esto no se puede dudar)?
Si al final del examen resulta que hay una goma que está mala y por eso es que se bota el agua pues a cambiarla para que no se pierde ni una gota más, o si salimos victoriosos de la prueba (gloria a Dios) pues a cuidarse mucho, porque en cualquier momento se nos puede dañar algo y quedamos botando agua, eso sí, sin paranoia porque eso no es propio del cristiano, a esmerarse en el buen actuar que lo demás es gracia.
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