Pastor y maestro

El sacerdote católico es, por el sacramento del Orden, otro Cristo, por lo tanto debe ser pastor como Él y maestro como Él. Este hombre que ha respondido afirmativamente al llamado que Dios le hace de guiar a su pueblo debe llevarlo conforme a Su Voluntad. Hago tanta aclaratoria con el "debe" porque lo que origina la necesidad de escribir estar líneas es la actitud que he visto en algunos sacerdotes que dista de la imagen que me han hecho de lo que debe ser el sacerdote ministerial.
Por lo ordenación, recibida de manos del Obispo, el sacerdote pasa a ser otro Cristo en la tierra. Aunque es cierto que todos los bautizados somos como Jesús, el ministro ordenado lo es de manera distinta, la gracia del Espíritu Santo en él tiene otro carisma. Una vez que el Obispo ha puesto sus manos sobre su cabeza e invocado el Santo Espíritu de Dios sobre este cristiano, su vida, indiscutiblemente, pasa a ser distinta, de tal manera que pueda decir con san Pablo "no vivo yo, es Cristo quien vive en mí" (Ga 2, 20).
El sacerdote debe ser pastor porque al oír su voz deben reconocer al Señor que llama (Jn 10, 27), debe llevar al pueblo hacia Cristo, toda palabra que pronuncie debe saber a pastos verdes donde nos hace reposar (Sal 23), pastor porque a Pedro le fue dicho "apacienta mis ovejas" (Jn 21, 15-18) y por sucesión apostólica ellos también han recibido la misión de cuidar el rebaño de Dios, el redil escogido para la salvación. Son ellos los primeros en estar atentos a la vida sacramental de sus fieles, a cuidar lo que dice para no escandalizar ni espantar a los que buscan el seguimiento a Cristo.
Pastor porque, si se pierde una de las ovejas que tiene, deja las otras noventa y nueve y sale en su búsqueda y cuando regresa hace una fiesta por la alegría de haber recuperado a quien se había perdido, es la alegría con la que Dios se alegra por un pecador que se convierte y el gozo que trae a esa alma saberse amada por su Padre y Señor (Lc 15, 4-7).
En este año de la misericordia decretado por el Papa Francisco la labor de pastorear se ve llena del amor de Dios, significa esto que debe velar más que nunca por esas personas que no se acercan a la Eucaristía, que viven de cumplimiento, por el qué dirán, por el figurar...por tantas cosas que no son la verdadera razón del ser cristiano.
Maestro porque Jesús pasó su vida terrenal, entre muchas cosas, enseñando. La fe entra por el oído, nos han dicho muchas veces, por eso Cristo usaba tantos las parábolas, pues estas eran métodos sencillos de enseñar verdades profundas. Con las parábolas el mensaje llegaba más rápido porque se usaban ejemplos del día a día, realidades cotidianas y accesibles a cualquier persona de la época de Jesús.
De igual forma muchos sacerdotes han, a través de los siglos, usado este método que han aprendido del Maestro de maestros. Nadie enseña como Jesús, por eso los sacerdotes, otros Cristo, deben valerse de parábolas, cuentos, historias, chistes, analogías...cualquier herramienta válida, lícita y cónsona a la doctrina cristiana para seguir enseñando verdades profundas de forma sencilla.
El sacerdote es maestro por excelencia de su comunidad, el primer catequista, de hecho, de su parroquia, por eso es él el primero que debe estar claro que lo que dice afecta sí o sí al pueblo, de él depende que la gente quiera profundizar en su fe; es cierto que no debemos ir a misa por el sacerdote pero, siempre lo diré, él ayuda a sentirse a gusto o no, por supuesto que no quiero un sacerdote que diga lo que yo quiero escuchar, más bien pido que diga lo que debo escuchar, lo cual no siempre van de la mano.
Como cristianos en formación necesitamos siempre de un pastor y maestro que nos conduzca hacia Dios, que despierte el deseo de seguir a Cristo y su Evangelio. Sacerdotes que amen su ministerio y su fe, tal que, todos los que le escuchan sientan la necesidad de abrazar eso que dice y ponerlo en práctica en sus propias vidas.
En fin, hoy, más que nunca, necesitamos muchos y santos sacerdotes como Jesús.
Por lo ordenación, recibida de manos del Obispo, el sacerdote pasa a ser otro Cristo en la tierra. Aunque es cierto que todos los bautizados somos como Jesús, el ministro ordenado lo es de manera distinta, la gracia del Espíritu Santo en él tiene otro carisma. Una vez que el Obispo ha puesto sus manos sobre su cabeza e invocado el Santo Espíritu de Dios sobre este cristiano, su vida, indiscutiblemente, pasa a ser distinta, de tal manera que pueda decir con san Pablo "no vivo yo, es Cristo quien vive en mí" (Ga 2, 20).
El sacerdote debe ser pastor porque al oír su voz deben reconocer al Señor que llama (Jn 10, 27), debe llevar al pueblo hacia Cristo, toda palabra que pronuncie debe saber a pastos verdes donde nos hace reposar (Sal 23), pastor porque a Pedro le fue dicho "apacienta mis ovejas" (Jn 21, 15-18) y por sucesión apostólica ellos también han recibido la misión de cuidar el rebaño de Dios, el redil escogido para la salvación. Son ellos los primeros en estar atentos a la vida sacramental de sus fieles, a cuidar lo que dice para no escandalizar ni espantar a los que buscan el seguimiento a Cristo.
Pastor porque, si se pierde una de las ovejas que tiene, deja las otras noventa y nueve y sale en su búsqueda y cuando regresa hace una fiesta por la alegría de haber recuperado a quien se había perdido, es la alegría con la que Dios se alegra por un pecador que se convierte y el gozo que trae a esa alma saberse amada por su Padre y Señor (Lc 15, 4-7).
En este año de la misericordia decretado por el Papa Francisco la labor de pastorear se ve llena del amor de Dios, significa esto que debe velar más que nunca por esas personas que no se acercan a la Eucaristía, que viven de cumplimiento, por el qué dirán, por el figurar...por tantas cosas que no son la verdadera razón del ser cristiano.
Maestro porque Jesús pasó su vida terrenal, entre muchas cosas, enseñando. La fe entra por el oído, nos han dicho muchas veces, por eso Cristo usaba tantos las parábolas, pues estas eran métodos sencillos de enseñar verdades profundas. Con las parábolas el mensaje llegaba más rápido porque se usaban ejemplos del día a día, realidades cotidianas y accesibles a cualquier persona de la época de Jesús.
De igual forma muchos sacerdotes han, a través de los siglos, usado este método que han aprendido del Maestro de maestros. Nadie enseña como Jesús, por eso los sacerdotes, otros Cristo, deben valerse de parábolas, cuentos, historias, chistes, analogías...cualquier herramienta válida, lícita y cónsona a la doctrina cristiana para seguir enseñando verdades profundas de forma sencilla.
El sacerdote es maestro por excelencia de su comunidad, el primer catequista, de hecho, de su parroquia, por eso es él el primero que debe estar claro que lo que dice afecta sí o sí al pueblo, de él depende que la gente quiera profundizar en su fe; es cierto que no debemos ir a misa por el sacerdote pero, siempre lo diré, él ayuda a sentirse a gusto o no, por supuesto que no quiero un sacerdote que diga lo que yo quiero escuchar, más bien pido que diga lo que debo escuchar, lo cual no siempre van de la mano.
Como cristianos en formación necesitamos siempre de un pastor y maestro que nos conduzca hacia Dios, que despierte el deseo de seguir a Cristo y su Evangelio. Sacerdotes que amen su ministerio y su fe, tal que, todos los que le escuchan sientan la necesidad de abrazar eso que dice y ponerlo en práctica en sus propias vidas.
En fin, hoy, más que nunca, necesitamos muchos y santos sacerdotes como Jesús.
Comentarios
Publicar un comentario