Poseídos
En una homilía, un sacerdote nos decía que la posesión demoníaca no es precisamente como la vemos en las películas que rompen récord de taquilla, nos decía algo muy fuerte en lugar de esto: todos los días podemos estar poseídos por el diablo. Sin embargo hay que entender de qué manera es esta posesión, porque al menos yo (y siga así) no he caminado por las paredes y techo del cuarto, ni girado la cabeza en 360°, ni vomitado como una manguera de bomberos...ni tantas cosas que usan en el cine para hacer una obra más "interesante".
El demonio, ciertamente, está interesado en nuestra alma, quiere que nos perdamos en el camino hacia Dios. Para ello se vale de muchas artimañas, básicamente él conoce nuestras debilidades, nuestros gustos, nuestros vicios y usa esta información a su favor y volvemos a ser como Eva, tentada por el deseo de ser como dioses, ese deseo, que está en todas las personas, de ser más, de conocer más, de tener más...
Somos presas del diablo cada vez que tenemos un mal pensamiento, un mal deseo, cuando obramos de palabra o de acto aquello que sabemos no está bien. Poseídos por el mal que viene de afuera que tocó a nuestra puerta y le dejamos entrar. Poseídos por un espíritu envidioso, que sabe que no puede salvarse y quiere que los humanos nos condenemos, no ataca a los animales porque ellos no tienen el Espíritu de Dios (nosotros sí, por el sacramento del Bautismo).
Cuando nos acercamos al espiritismo, la brujería, los juegos que abiertamente atentan contra la vida, cuando damos rienda suelta a la lengua y destruimos hasta a Dios con lo que decimos. Incluso ver lo que sabemos que no es de Dios nos acerca más al mal que al bien.
Sí, sueno exagerado y pareciera que con lo que digo no podemos ni respirar, pero no es eso lo que quiero decir. La posesión demoníaca ocurre cada vez que dejamos que el diablo, con sus mentiras, entre a este templo consagrado a Dios. No quiero vivir ni que vivan con miedo, mas bien quiero que todos estemos claros que él es muy sutil y puede engañarnos muy fácilmente, por eso, ante cualquier tentación es mejor aplicar lo que muchos sacerdotes han recomendado (y confío en Dios que lo seguirán haciendo): orar cuando sintamos la debilidad.
Comentarios
Publicar un comentario