Quae manu mea tango




Me venía a la mente de forma insistente el recuerdo del cardenal de mi país en el comienzo del cónclave en el que salió electo Papa Francisco. Por primera vez televisaron el juramento que ellos hacen antes de comenzar a votar. Curioso busqué en internet su significado y me encontré la joya que les dejo aquí

Los cardenales juran con la mano puesta en la Palabra de Dios que van a servir en la elección del sucesor de Pedro. En mi desconocimiento de sus labores me atrevo a decir que en ese momento están prestando un servicio a la Iglesia, por eso es tan necesario, importante, valioso que ellos juren en nombre de Dios que no serán obstáculo, todo lo contrario, ya que no es poca cosa lo que ahí harán.

Esto me llevó a pensar en el compromiso de los laicos, en la forma que comenzamos un servicio en la Iglesia muchas veces de manera informal, por supuesto que con la venia de la jerarquía pero no he tenido la gracia de presenciar un juramento hecho por un laico con la mano puesta en la Biblia, asumiendo públicamente esa misión.

En lo particular no he experimentado lo dicho en el párrafo anterior y pensaba cuán distinto sería sino el actuar por lo menos el pensar. ¿Se imaginan jurarle a Dios por su nombre el cumplimiento de un servicio a su Iglesia? Mínimo el compromiso sería más serio, la entrega mayor, más grande el remordimiento de no hacerlo, 

¿Pienso que los laicos nos tomamos el apostolado muy ligero? No lo voy a afirmar, pues yo caería también en esa falta. ¿Es necesario jurar por la Biblia para cumplir las promesas? No lo veo así, aunque pienso le daría mayor sensación de compromiso, Dios es Santo, por ello su Palabra es Sagrada. 

Al final lo que nos hará cumplir o no con el compromiso no será el juramento sobre la Biblia, ni siquiera el que se haga en público, queda de parte de cada persona vivir acorde a lo prometido a Dios indistintamente de si lo están viendo o no; todo compromiso que se hace con Dios queda entre Él y la persona.

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