Algo sobre Semana Santa en casa

Si me hubiesen preguntado hace dos meses si me imaginaba pasar mi primera Semana Santa casado encerrado en casa hubiese dicho que no sin pensarlo dos veces. Al menos poder ir a misa, idealmente. Sin embargo las cosas no son así.

Como sabemos, la situación actual en el mundo entero es muy diferente a lo que cualquiera esperaba o deseaba. El aislamiento social que se nos ha impuesto ha sido para muchos una prueba muy dura, y no hablo solo a nivel espiritual, física y psicológicamente es un cambio muy fuerte para cualquier persona. Incluso los que están acostumbrados a trabajar desde casa (de manera formal o informal) se están viendo afectados puesto que acostumbraban a salir alguna vez a la semana por recreación y esparcimiento. Pero ya no es así.

Como medida preventiva en algunos casos, y en otra tardía, los distintos gobiernos nacionales han determinado que la forma más efectiva de contrarrestar la propagación del virus es evitando el contacto físico, y de ser imposible (caso de personal sanitario y quienes laboran en medios de transporte, farmacias, ventas de alimentos) extremar las medidas de precaución en cuanto a higiene y aseo personal.

De entrada esto pudo haber sido un fuerte choque pero con los días, para muchos, ha resultado altamente estresante, incluso más de lo que estaba siendo la vida ordinaria antes de esto. Tener que quedarse en casa 24/7 y salir, recomendablemente un solo miembro del grupo familiar, una sola vez a la semana es algo que haría que cualquiera se vuelva loco (con el respeto de lo que implica esto en verdad).

Para nosotros, cristianos acostumbrados a las celebraciones litúrgicas en el templo se nos hace más difícil aún saber que no podemos acudir siquiera al encuentro de Jesús Eucaristía que tantas veces y tato bien nos ha hecho ir a sus pies para poner en Él nuestras preocupaciones, miedos, angustias y pedirle consuelo y ánimo para seguir adelante.

¿Qué he hecho en este tiempo de encierro? Básicamente buscar la manera de no dejar que los nervios me ganen puesto que me reconozco animal no apto para estar en cautiverio. Se puede volver desesperante esta situación así que paso casi todo el día bromeando con mi esposa, aprovechando de leer (en inglés para ponerle adrenalina al asunto), cursos online y limpiando el correo electrónico (tener más de 600 newsletter gritando cada vez que abro gmail es algo interesante de ver)

Lo más importante es la oración, no perder ese hilo comunicativo con Dios, sin Él el exceso de información con el que somos bombardeados dispara más la ansiedad y el estrés individual, y por ende colectivo. Confieso (como suelo hacer cuando escribo) que en esto no estoy tan fortalecido como quisiera pero he vuelto al origen, a lo básico, a usar palabras sencillas y desde lo que siento, a hablarle a Dios desde mi corazón.

¿Me imaginé no poder asistir al Triduo Pascual este año? No, claro que no. Pero esta oportunidad es única e irrepetible (al menos espero que lo sea en las circunstancias, amén). Para mí va a ser la primera oportunidad de experienciar el paso del Señor de la muerte a la Vida en casa, en mi Iglesia doméstica, aquí donde Él me plantó para dar frutos.

No cambiaría por nada la vivencia comunitaria de fe en el templo, pero tampoco cambiaría por nada esta experiencia que Dios nos regala de poder celebrar juntos, como familia, estos días santos. Comulgar con la Palabra y entre nosotros, unirnos en la intimidad del Señor que abre sus brazos en la cruz para acoger al mundo entero; escuchar con novedad el relato de la Historia de Salvación desde el inicio hasta su culmen en Jesús y actualizarlo a hoy, en mi vida, en mi realidad actual y poder celebrar el gozo de la Resurrección del Maestro y su triunfo para la Vida.

No pienso con estas líneas darles indicaciones de qué hacer, literalmente no soy quien para hacerlo, sino compartir con ustedes (como siempre hago) mi visión de la realidad, eso sí, buscando que sea desde el Evangelio.

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