"Ustedes también deben lavarse los pies unos a otros"
La base del cristianismo está en la Resurrección de Jesús, es este el centro y motor por el cual nos movemos y existimos. Es este el evento único e irrepetible que causó la división del tiempo en dos mitades: Antes de Cristo y Después de Cristo. Con base podemos decir con el Apóstol "Si Cristo no hubiera resucitado vana sería nuestra fe" (1 Co 15, 14).
Son estas las razones por las cuales celebramos con tanta importancia la Semana Santa y con más énfasis el Triduo Pascual: jueves-viernes-sábado, con una celebración litúrgica que se caracteriza por comenzar el jueves por la tarde con la Cena del Señor y terminar el sábado en la noche con la Vigilia Pascual. Pero en este momento me voy a concentrar en lo que corresponde al Jueves Santo (claro que no todo)
Para comenzar recordemos que durante la Cuaresma se suprime el Gloria durante la misa y, salvo sus excepciones bien puntuales, el color litúrgico es el morado. La música es sobria, invitando al recogimiento, esto no significa que sea aburrida sino que busca, más que llamar nuestros sentidos a través del ritmo, llamarnos a la reflexión, a mirarnos por dentro, a revisar cómo está nuestras vidas. Y vaya que este tiempo ha sido de gracia al alejarnos de la cotidianidad y del ruido exterior; en dos platos: hemos tenido tiempo en casa para ver cómo hemos estado.
Celebración Eucarística en casa
La misa de este día, "en la Cena del Señor", rompe con el color morado, el sacerdote se viste de blanco, la música y el ambiente en general es alegre, festivo; nos mueve el gozo de estar con el Maestro en la intimidad de la mesa, nos ha llamado a cada uno de nosotros para darnos a comer Él.
Uno de los signos de este cambio en la celebración es el Gloria, que vuelve a estar presente en la misa.
Podría decir que hasta aquí vamos bien pero ¿cómo haremos este año si no podemos estar en el templo para la celebración? Pues recordar, vivir y celebrar que somos Iglesia doméstica, ahí donde estamos, con quienes nos rodean, las cuatro paredes y el techo en el que estás no son más una casa, se ha vuelto un hogar (espero en Dios) y es, por puro amor divino, Iglesia doméstica, lugar de culto (en estos momentos privado, sí, pero no menos digno) y hacia allá quiero ir.
La liturgia de la Palabra de este día tiene las siguientes lecturas:
Ex 12, 1-8.11-14 narra el origen de la pascua;
1 Cor 11, 23-26 relata la Institución de la Eucaristía;
Jn 13, 1-15 nos muestra la sencillez, y a la vez profundidad, del mensaje de Jesucristo.
Esta parte de la misa, la Liturgia de la Palabra, se puede realizar en familia fácilmente a través de la lectio divina, se reúnen todos en torno a la Biblia (se pueden turnar para leer cada uno un pasaje) y se alimentan entre todos de este Pan de Vida, Ella es verdadera comida y verdadera bebida, de manera especial en este momento histórico actual en el cual no podemos acceder a la comunión eucarística tenemos que recuperar la comunión con la Palabra de Dios, ahí también está Él que nos ama, que nos habla, que sale a nuestro encuentro.
De la misma forma en la que compartimos información de cualquier tipo o podemos pasar horas frente al televisor juntos aprovechemos un poco este tiempo y unámonos alrededor de la Biblia (que si no la tienen en físico pero tienen una app también sirve), lo importante es que no dejemos pasar la oportunidad de volver los ojos al Maestro que nos trae su mensaje de salvación.
Diferente a las otras
En la estructura de la misa de este día sigue la homilía por parte del sacerdote en la cual hablaría sobre la institución de la Eucaristía y del sacerdocio y el mandamiento del amor.
El evangelista san Juan recoge el discurso de Jesús sobre el Pan de Vida (Jn 6, 32-35). Es el mismo Cristo que se ha querido quedar oculto bajo la apariencia del pan y del vino pero dejándonos su presencia real en ellos. Lo que el sacerdote hace lo hizo Jesús primero con sus Apóstoles en aquella cena de la que habla Pablo, éste fue el momento en el cual el Señor nos ha dejado el sacramento de la Eucaristía, fue allí, sentado con sus amigos que instituyó lo que ha de ser el principal alimento de todo cristiano.
Pero antes que esto sucediera primero Jesús les lavó los pies a los Apóstoles, ¿cuánta no habrá sido la sorpresa de estos hombres al ver que el Maestro se quitaba la túnica y, arrodillándose ante ellos, les lavaba los pies. Hoy, el sacerdote hace lo mismo, luego de explicarnos la Palabra, se despoja de sus vestiduras (litúrgicas) y se coloca a los pies de 12 personas escogidas para representar a los Apóstoles pero que, por fe, creemos que nos representan a cada uno de nosotros, tal como aquellos a quien se lo hicieron primero.
Estos hombres, siguiendo el mandato del Señor Jesús, e instituidos sacerdotes por él mismo, nos recuerdan que están para el servicio. Ellos han escogido servir con toda su vida a Dios pero nosotros también estamos llamados a servir desde nuestro realidad. Nosotros también podemos hoy lavar los pies de nuestra familia, de nuestros seres queridos, de esos con los que estamos viviendo esta cuarentena.
No tengamos miedo de ensuciarnos con los demás, amémonos mutuamente como el Señor nos enseñó. Este es el mandamiento del Amor, este el sentido de la venida de Cristo al mundo, salvarnos del egoísmo que nos aísla. Este es el verdadero aislamiento al que hemos sido sometidos por nuestro pensar en "mí" y olvidarnos del "tú". Eso es lo que debemos volver a ver hacia dentro para poder ir afuera, así "afuera" sea dejar a un lado lo que estoy haciendo por voltear a ver a quien tengo a mi lado y agradecer a Dios por su vida, porque está conmigo, porque habiendo tanta gente para pasar la cuarentena el Señor me regaló la gracia que sea ella/él.
Este es la verdadera celebración que podemos hacer en casa del Jueves Santo, volver el rostro a Dios como familia, volver a tomarnos de la mano y recordar que no estamos solos en el mundo, que el Señor nos ha querido familia como Él lo es.
En Adoración
Luego del lavatorio de los pies sigue la misa tal como la conocemos. El cambio acá se da en que el sacerdote, luego de la comunión, no devuelve los copones con el Santísimo al sagrario donde habitualmente está sino que los lleva a la capilla de la Reserva Eucarística.
Si seguimos más adelante la lectura del Evangelio, Jesús junto a sus discípulos sale de la casa en la que cenaron y ya no vuelve, comienza allí su Pasión. Por eso tampoco hay bendición final el Jueves Santo, luego de terminados los ritos de ese día el sacerdote despide al pueblo invitándolo a quedarse en adoración ante el Señor que se ha hecho Pan y se ha quedado entre nosotros.
De igual forma, como familia, podemos ver la bendición que representa el haber sido "sacados" de nuestro lugar habitual, de nuestro confort en la rutina, y (ex)puestos acá, a los ojos de quien nos conoce, de aquellos con los que no podemos fingir ni aparentar. Es momento de pasar la noche en vela si es necesario pero no irnos a dormir molestos o peleados, es la oportunidad perfecta de pedir perdón por lo que hemos hecho aún a sabiendas que va a causar dolor pero también de perdonar y de olvidar.
Abrazarse y besarse en familia, ser tú esa capilla en la que se reservará el Amor hecho carne: tu papá, tu mamá, tu esposa, tu esposo, tus hijos, tus abuelos, tus familias...quien sea que esté viviendo este aislamiento social contigo, ahí está Jesús, vivo, presente, real. Es cierto que no vamos a adorar a las personas, sin embargo, es muy cierto que podemos adorar a Dios por habernos regalado a esa persona y no a otra, podemos alabarlo y bendecirlo porque nos "obligaron" a pasar tiempo en casa y hemos podido volver a conversar, a interesarnos por lo que le pasa al otro, volver a saber de su vida.
No estamos aislados, no estamos encerrados, no. Estamos en familia, en torno a la mesa del Señor, esa nuestra mesa que Él provee sin cesar. Estemos pues dispuestos a amar como Dios nos ama.
PD2: si llegaste hasta aquí, ¡gracias por tu tiempo!
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