El sabor de la vida

¿A qué te sabe la vida?
¿A sal o carne salada?
¿A vinagre o vinagreta?
¿A limón o limonada?
La vida tendrá el sabor
que tú y yo le demos,
salgamos pues y busquemos
lo que sea nuestro gusto.
No pretendo causarte disgusto
sino compartir contigo
que tú yo, mi buen amigo,
sazonamos a nuestro antojo.
Insisto en no buscar tu enojo
pero sí que te des cuenta
y que busques en tu conciencia
a qué te sabe la vida.
Pues es fácil caer en rutina,
esa que vuelve todo insípido,
por buscar todo en ti mismo
para darle a todo sabor.
Si a ti te gusta el dulce
tú verás dónde lo encuentras
y me darás como respuesta
que no sabes dónde buscar.
Perdona que te quiera educar
pero veo que no me entiendes
o tal vez no es lo que quieres
que te ponga a pensar.
Pero si no usas las neuronas
ni como un pequeño hobby
¿cómo pretendes que el joven
siga tu mal ejemplo?
Lo que nos mata es el tiempo
que perdemos en tantas cosas
para nada provechosas
y pa’ remate costosas.
Como costosa es la calidad de vida,
que andas perdido buscando,
a tu familia descuidando
y muriendo en el intento.
Son muchos los que están muertos
así caminen y anden
pues “van al llorar al valle”,
dice la expresión popular.
No te vayas a descuidar
por estar buscando sabores,
tampoco por los colores
se descubre lo que es dulce.
Si tu vida la quieres ácida
te digo vas por buen camino
y no me digas que el destino
escogió eso para ti.
Si tu vida es infeliz
y no aguantas tus penas
procura como faena
buscar algo mejor.
Por ti hay un ser superior
que está cuidando tus cabellos
desde que eras pequeño
y que lo seguirá haciendo.
No lo ves como aditamento
para condimentar tu vida
pero un poquito cada día
quitará la sensación ácida.
Ahora, si te gusta lo salado
te diría que con cuidado
porque este condimento
tiene su propio pensamiento:
En el Evangelio de Jesús
la sal, junto con la luz,
son signos que él emplea
para dejarnos tarea;
la sal da sabor a la comida,
y en su justa medida
no solo la conserva:
¡La mantiene fresca!
Si la sal pudiera hablar
cuánto tendría para contar,
su experiencia de ser tirada,
por todos pisoteada.
Cosa curiosa esta,
de sal una cantidad buena
le da sabor a la comida
por sí sola desabrida.
Así nos pide que seamos
y en sal nos convirtamos
para dar sabor donde estamos
con cuidado de perdernos.
Qué sensación tan buena
cumplir con nuestra tarea
dar sabor a la vida:
la tuya y la mía.
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